Oviedo, Claudia GRECIET

Vasíliev y Baryshnikov son algunos de los grandes referentes de Álvaro Piñera, un joven bailarín que apunta muy alto. A sus 22 años, este gijonés ya interpreta papeles de solista en la Ópera de Burdeos. Su fuerte, la interpretación; además, con papeles de mucho carácter. Le gusta hacer de «malo» de la película y caer rendido a los pies de su público.

-¿Cómo es que un niño de 6 años empieza a hacer ballet?

-Fui con mi madre a ver «El Lago de los Cisnes» al Teatro Jovellanos. Nunca había visto ballet y me impresionó. Le dije: ¡Mamá, quiero hacer eso, quiero bailar así!

-Después de aquello se apuntó a bailes regionales, pero duró poco tiempo. Y con 15 años ya prueba suerte en el Real Conservatorio de Madrid.

-Mis profesores me aconsejaron hacer las pruebas de danza española, pero también hice las de ballet clásico. A mí siempre me gustó más el clásico, pero la flexibilidad que exige nunca ha sido mi fuerte.

-¿Y cuál es su fuerte?

-Me suelen decir que transmito seguridad sobre el escenario y que parece que estoy muy cómodo, aunque por dentro esté como un flan. Suelen darme papeles de mucho carácter, quizá también por mis rasgos fuertes.

-¿Cuál es el momento más intenso que recuerda en el escenario?

-La primera vez que bailé «Romeo y Julieta». Interpretaba a Teobaldo, el malo de la historia. Cuando Romeo me mata, y caigo de rodillas, siento una conexión muy fuerte con el público. Me encanta morir en el escenario. En ese momento siento rabia, impotencia, debilidad. Es una sensación única.

-¿Cómo prepara un papel de «malo» como el de Teobaldo?

-Tuve a mi lado a un gran bailarín, Charles Jude, ahora director de la Ópera. Él acababa de retirarse y conocía muy bien el papel. Para meterse en el personaje hay mucho trabajo psicológico. Hay bailarines que se ponen música de ópera o que hacen otras cosas para motivarse antes de salir a escena. Yo prefiero estar en silencio y hablarme a mí mismo del personaje.

-¿Cuál es su sueño?

-Ya estoy dentro de mi sueño. Buscaba una compañía no muy grande, como ésta, que tiene 40 bailarines, lo que me ha facilitado conseguir papeles de solista desde muy pronto.

-¿Cómo es un día normal para usted en Burdeos?

-Me levanto a las 9 de la mañana para ir calentando y estar preparado para las 11, cuando empieza la clase de técnica. Después, un descanso de media hora y luego, ensayos de 13 a 18. Semanas antes de la representación estamos aún más tiempo.

-¿Qué es lo más duro de una vida de tanto trabajo?

-La monotonía cuando llevas muchos días con una función detrás de otra.

-¿Vida social?, ¿cómo desconecta?

-Aprovecho para hacer cosas en vacaciones. Ahora me voy una semana a Grecia con mis amigos. Durante el curso, descanso y hielo por todas partes.

-¿Ha sufrido algún tipo de presión por escoger una profesión poco habitual entre los hombres?

-Esto es algo que ocurre en Asturias, pero en cuanto sales un poco ves que no es todo falta de conocimiento. Yo siempre me he sentido muy libre y mi familia me ha apoyado en todo. Que vengan a verme es la mayor motivación que puedo tener.

-En España sólo está la Compañía de Ángel Corella en danza clásica, y es privada. ¿Qué hace falta cambiar?

-En España te puedes formar muy bien, pero luego no encuentras trabajo. Si quieres bailar, tienes que sobrevivir. La verdad es que me gustaría volver y ayudar a que cambie esta situación.