Cuando el 30 de septiembre Rafael Spottorno Díaz-Caro asuma el cargo de jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, podrá decir con toda propiedad que vuelve a casa tras nueve años de ausencia. En efecto, en septiembre de 2002, tras casi una década en su despacho del edificio Magnolias, del monte de El Pardo, dejó de ser secretario general de la Casa de Su Majestad el Rey para dirigir la Fundación cultural de Caja Madrid. Por eso, Rafael Spottorno se siente «honradísimo y muy agradecido a don Juan Carlos» por ser el primer alto cargo del palacio de la Zarzuela, que regresa al máximo destino en el organigrama de la institución que apoya y asesora al Rey en sus funciones de Jefe de Estado.

La vuelta a casa del experimentado diplomático coincide también con el inicio del curso político, económico y académico, después del paréntesis veraniego. Es verdad que el Madrid agosteño, vacío y confiado, de los años sesenta -magistralmente descrito por Ignacio Aldecoa en su novela «Los pájaros de Baden-Baden»-, no se corresponde con éste, mortificado por la crisis y la incertidumbre. Pero con la mirada capitalina, a pesar del dinamismo de agosto de 2011, el próximo jefe de la Casa de Su Majestad el Rey y el actual, Alberto Aza, han convenido que ésta era la fecha más adecuada, sin necesidad de esperar a que el embajador Aza cumpla 75 años, a principios de 2012. Salida, por cierto, que ya había comentado en su círculo de allegados, desde hace más de un año.

Se cumplen con toda normalidad las disposiciones constitucionales del artículo 65, punto 2, según el cual: «El Rey nombra y cesa libremente al personal civil y militar de su Casa». Como ocurrió con el relevo del propio Spottorno y del entonces jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, Fernando Almansa, a principios de febrero de 2002. El secretario general y quien firma este artículo -ex directora de Relaciones con los Medios de Comunicación de la Casa de Su Majestad el Rey- se encontraban en Moscú, acompañando al Príncipe de Asturias en su primer viaje oficial a Rusia. Inspirados por el sano principio de que la renovación es buena y tras el acuerdo con don Juan Carlos, el primero y el segundo alto cargo de la Jefatura del Estado anunciaban su salida, nada más y nada menos, que con casi diez meses de antelación, los que completarían su década en la Zarzuela. Una novedad que tranquilizó los ánimos de los periodistas que seguían la visita moscovita y, en general, contribuyó a aportar normalidad a los cambios en la Casa Real, hasta entonces incluidos en el apartado de intrigas palaciegas y no en el necesario ciclo de renovación institucional y profesional.

La tranquilidad y la normalidad fue tal que hasta se dispuso que el que fuera a ser el futuro jefe de la Casa de Su Majestad el Rey pasara un período de adaptación de tres meses como secretario general a las órdenes del veterano Fernando Almansa. Y así ocurrió entre septiembre de 2002 y diciembre de 2002. Evidentemente, Rafael Spottorno no necesita este período de aprendizaje porque vuelve a casa. Continuidad y estabilidad, por lo tanto, por la confianza renovada que el Rey deposita en él.

El diplomático madrileño de 66 años que ama el mar del Sur llegará con todas sus energías, dispuesto a ayudar a la institución más valorada por los españoles y, en definitiva, a España, que vive, dentro de la Unión Europea, una de sus crisis sistémicas más profundas. La Corona se prepara con solidez y seguridad para el período de campaña electoral, las consultas del Rey con los representantes de las fuerzas políticas que obtengan representación parlamentaria -consultas destinadas a designar candidato a la Presidencia del Gobierno-, la necesaria reducción del paro, especialmente el juvenil, la respuesta a los «indignados», las reflexiones sobre el Estado de las autonomías, la evolución de la sociedad global, la inmediatez de las comunicaciones y la información, etcétera.

Rafael Spottorno es consciente de todos estos desafíos y probablemente responderá con las fórmulas que él y Fernando Almansa aplicaron durante su etapa de diez años en el palacio de la Zarzuela: respeto de la Constitución y las instituciones, sentido de servicio público, amor por las cosas bien hechas, orgullo por trabajar a las órdenes del Jefe del Estado con capacidad de integración y cohesión de los españoles. Y todo esto lo hará con gran capacidad de organización, gran dedicación y sin dejar sus dos grandes aficiones: la música clásica y el golf. Sensibilidad, paciencia, humildad y constancia, cualidades muy necesarias en los tiempos que corren.