Director de escena

Oviedo, Javier NEIRA

El director de escena ovetense Emilio Sagi vuelve a su ciudad para replantear la ópera «La italiana en Argel», de Rossini, segundo título de la temporada lírica asturiana. El próximo día 10 se ofrecerá la primera función en el teatro Campoamor de Oviedo.

-¿Cómo ve «La italiana en Argel»?

-Es un disparate escénico. Es un vodevil muy simpático, y la música de Rossini, en esta ópera sobre todo, te hace olvidar la grisura de la vida. Es el Rossini más cercano al teatro del absurdo. El maestro Zedda, gran tratadista de Rossini, dice que su música es la locura organizada. Y especialmente, a mi entender, en «La italiana», cercana al teatro del absurdo, y de ahí su modernidad. Salta de una escena a otra pasando página del todo. Es la idea que recoge Verdi, sobre todo en «Un ballo in maschera», donde pasa con rapidez de una escena dramática a otra cómica. Eso me gusta y me interesa mucho. Rossini es un gran hedonista, ama la vida, y esa condición da mucho de sí para hacer cosas en el escenario.

-Fue un compositor de gran éxito en vida.

-Sí, siempre tuvo un gran éxito porque tuvo un gran optimismo. Y al ser un gran músico supo adaptarse, como se ve en el aria del tenor. Compuso primero una, me refiero a la segunda aria del tenor; pero nosotros hacemos aquí el aria que escribió en un apéndice, que es mucho más bonita. Se corrigió a sí mismo. Es un aria llena de nostalgia que choca con un disparate escénico como es «La italiana». Rossini tiene modernidad por estar precisamente cerca del teatro del absurdo de Ionesco y de otros autores. «La italiana» tiene el argumento más loco de todos los de Rossini, más aún que «El turco en Italia». «El barbero» a su lado es una comedia.

-¿Acentúa esos rasgos?

-Lo que sale en escena viene de la obra, me invento pocas cosas. Hay un trabajo de colorido fuerte, del vestuario y de la escenografía. Estas comedias deben ser espectaculares, y más en estos tiempos tan difíciles. El público necesita espectáculo, y no lo de casa, que, si no tremendo, puede ceder a la rutina, que es una lata. A la rutina o al aburrimiento, que es un monstruo que siempre ataca.

-Entonces...

-La hacemos como una comedia un poco más disparatada de la cuenta, pero es que eso está en el libreto y en la música. Los eunucos dicen cosas tremendas, como que las mujeres están hechas para sufrir y servir. Y lo dicen con enorme tranquilidad. Vale cargar las tintas en eso. Los cantantes son todos estupendos, un reparto magnífico, y el maestro Ottavio Dantone es maravilloso. Un gran artista. Trabajé mucho con él y es una persona maravillosa. Después de tantos años valoro que las condiciones en el trabajo sean agradables. No me apetece repetir con personas insoportables. La verdad es que siempre tuve la suerte, con alguna excepción, de trabajar con grandes maestros, con personas maravillosas.

-¿Y el segundo reparto?

-Hay un segundo reparto estupendo, de verdad estupendo. El tenor y la soprano están haciendo una carrera fenomenal. Un teatro tiene la obligación de dar oportunidades a gente nueva y joven y a la vez, gracias a eso, poner las entradas a precios más baratos. Ensayamos todo igual, todo se hace igual con el segundo reparto.

-¿La ópera es cara para el espectador?

-Para el partido del Madrid han puesto a 150 euros la entrada más barata. No voy al fútbol, aunque me gusta. Lo veo por televisión. Bueno, voy cuando me invita algún amigo futbolista que es operero. Hay muchos.

-¿Por ejemplo?

-Sanchís es un forofo de la ópera. Creo que incluso hace pinitos como cantante. En el Real y en la Zarzuela lo vio todo. Me parece muy bien que se paguen 150 euros por una entrada de fútbol, aunque, claro, haya que hacer un esfuerzo. La ópera es también un gran espectáculo. Y los toros, con entradas caras.

-La ópera es más regular que el fútbol o los toros.

-Sí. El fútbol, y más aún las corridas de toros, sale una buena de cada seis. Y cuestan también un Potosí. Son espectáculos, cada uno en su línea, no hay que hacer comparaciones.

-¿Qué está ocurriendo en la ópera italiana?

-En Italia, en la ópera, hay una gran crisis. Los teatros italianos tienen muchos problemas de financiación y de otros muchos tipos; pero es que también en Italia hay un conservadurismo tan grande en la ópera que la gente joven lo ve como un espectáculo obsoleto donde nunca se hace nada de manera moderna. La renovación es importante en todo. No se juega al fútbol de la misma forma que en la época de Zamora y de mi tío Sagi Barba cuando jugaba en el Barcelona.

-¿Su tío...?

-Sí, mi padrino, un hijo del cantante. Era internacional del Barça en la época de Samitier. Pues a lo que iba, tampoco se hace la ópera igual que entonces. Ni el café se hace con aquellos molinillos. Ni vestimos como antes. Ni comemos como antes. Todo cambia, no sé si para bien, para mal o para regular. No se puede decir lo de aquel que siempre aseguraba que el turrón del año pasado era mejor que el de éste. La renovación renueva al público. Todos vamos avieyando. Si no renuevas, te quedas sin clientela. Acabarían cerrando los teatros. A los jóvenes hay que conquistarlos. No vale la dialéctica de la subvención y la subvención y venga programas durísimos.

-La ópera de Oviedo cambió en nada radicalmente.

-Todas. Cambió también la de Bilbao. Estaba el Albia con producciones espantosas, y ahí está ahora el Euskalduna, con cosas muy bien hechas, como aquí. En el Arriaga, donde soy director artístico, tenemos unas entradas muy buenas, casi siempre rozando el lleno, con ópera barroca o contemporánea, y teatro, incluyendo títulos abstrusos.

-¿El Campoamor peca de pequeño?

-Hay muchos escenarios europeos que no son mayores que el del Campoamor. Cierto que hace mucho que no se renueva la maquinaria. Aun así, en «La italiana en Argel» no se tarda nada en hacer los cambios.