La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) acudió a la Ciudad del Vaticano con un magnífico y exigente programa que causó emoción en la imponente Aula Pablo VI -la más popularmente conocida Sala Nervi- a los miles de asistentes, entre los que estaba el Papa Benedicto XVI. Se trataba de un reto trascendente para nuestra orquesta y lo superó con exigencia y brillantez, a la altura de lo que se espera de una agrupación de alta calidad que se crece ante los auditorios más comprometidos. En la sesión brilló con especial intensidad la exquisita y cuidada dirección de Maximiano Valdés, que maneja el repertorio ofrecido con una maestría impecable.

Se fueron interpretando, entre el imponente silencio del inmenso auditorio (ni una tos se oía, ¡igual que ocurre habitualmente en los conciertos asturianos!), joyas de la música española desde la «Danza ritual del fuego» de «El amor brujo» de Manuel de Falla a «Lavapiés» y «Triana» de la suite «Iberia» de Albéniz en la sutil y rica orquestación de Jesús Rueda. Ambas obras marcaron el tono general de la velada: ejecuciones técnicamente interpretadas con versiones de hondo calado en las que el talento de Maximiano Valdés encontró plena complicidad con la que durante tantos años ha sido su orquesta.

La apoteosis llegaría con la suite número 2 de «El sombrero de tres picos» de Manuel de Falla y el poema sinfónico «Don Juan» de Richard Strauss, una de las grandes obras maestras del compositor germano. Aquí la orquesta se volcó con especial intensidad en un acercamiento al «Don Juan» mayúsculo en el discurso expresivo del mismo, en sus ricas texturas musicales. El cierre tendió un puente entre la música rusa y la española a través del conocido «Capricho español» de Nikolai Rimsky-Korsakov. Fue un broche esplendente reafirmado con el célebre «Fandango asturiano». El hilo musical se movió, por tanto, entre muy diversas aristas, tamizadas influencias folclóricas y populares a través de una reinterpretación culta y de gran refinamiento.

La música fue, una vez más, la gran embajadora cultural de Asturias. Pudieron comprobarlo muchas de nuestras autoridades, entre ellas el presidente del Principado y el alcalde de Oviedo. A ellos les compete especialmente proteger uno de los más importantes patrimonios de la cultura asturiana, que no es otro que la intensa vida musical del Principado, vertebrada alrededor de Oviedo. La música permite a Asturias llegar a los escenarios de referencia internacional y se convierte en una marca que nos identifica, en una embajadora de primera línea. He tenido la oportunidad de asistir a la mayor parte de las giras de conciertos que nuestras orquestas han realizado en el extranjero y puedo dar fe de conciertos apoteósicos que ubican al Principado en el mapa de la cultura internacional. Es responsabilidad de todos, de la sociedad y de sus representantes políticos, la defensa de esta rica realidad conquistada con el paso de los años, más aun en tiempos de dificultad como los actuales. «La música obra maravillas, este lenguaje universal permite superar todas las barreras para entrar en el mundo de los otros, de una nación, de una cultura, y posibilita también llevar la mente y el corazón hacia el Otro, con "O" mayúscula, de elevarse al mundo de Dios». Lo dijo el Papa al terminar esta histórica jornada para la OSPA, entre la emoción de la delegación asturiana. Ante estas palabras poco más se puede añadir, aparte de constatar la inmensa satisfacción ante el impecable ejemplo de buen trabajo y responsabilidad que nuestros músicos han ofrecido una vez más.