Leibovitz estudió pintura en el Instituto de Arte de San Francisco al tiempo que acudía a clases vespertinas de fotografía. En 1970, antes de terminar sus estudios, empezó a trabajar en la revista «Rolling Stone», de la que tres años más tarde fue nombrada jefa de fotografía. En 1983, cuando sus imágenes ya habían ilustrado 142 portadas, dejó esta publicación para lanzar «Vanity Fair», publicación en la que sigue colaborando. Desde 1998 trabaja también para «Vogue».

Aunque la identifican por sus retratos, trabajó como fotoperiodista en las guerras de Ruanda y los Balcanes. Sus fotografías seducen por su originalidad y el aspecto viviente de sus puestas en escena, y ella trata de introducir siempre una cierta dosis de broma, humor e ironía. Una de sus fotografías preferidas es la que le hizo a su madre para el libro «Woman» en 1997. «Me gustaría hacer fotos como ésta todos los días».

Dicen que no es fácil trabajar con ella, porque tiene un alto nivel de exigencia, y que es la mejor pagada, pero hace unos meses trascendió que corría el riesgo de perder su obra por una deuda con una financiera de 24 millones de dólares. Según las informaciones, había hipotecado su casa de Greenwich Village y una residencia al norte de Nueva York, y la financiera le reclamaba el pago. El «New York Times» valoró sus archivos fotográficos en unos 50 millones de dólares.