La uva albarín se caracteriza por su rápida maduración, la adquisición de grados alcohólicos sin dificultad y la creación de unos caldos que se pueden consumir después de varios años

Los vinos que se están produciendo dentro de la Denominación de Origen Protegida del Vino de Calidad de Cangas nacen de las uvas autóctonas de la zona, adaptadas durante décadas a su clima y suelo. Estas variedades son el carrasquín, el verdejo negro, la mencía y el albarín negro, para vinos tinos, y el albarín blanco, albillo y moscatel de grano pequeño, para blancos.

Para muchos bodegueros del vino de Cangas, la variedad albarín blanco se ha convertido en una auténtica joya. Tanto es así, que en la bodega Chacón Buelta se ha decidido apostar casi por completo por la producción de esta variedad, con 9.000 cepas, frente a unas 500 dedicadas al verdejo negro.

La razón que ha llevado a la bodega a realizar una clara apuesta por el albarín blanco se debe a la dificultad de obtener vino en las zonas de alta montaña y que se incrementa en las variedades tintas. Además, sus características la hacen idónea para obtener unos caldos de calidad. "Es una variedad con un ph (potencial de hidrógeno) bajo y una acidez muy alta, lo que le da un esqueleto al vino que le otorga la capacidad de durar varios años y que se pueda consumir con garantías", explica el enólogo de la bodega, Benito Otero.

Precisamente, ese es el éxito de esta variedad, que no necesita ser consumida inmediatamente, sino que produce unos vinos que se pueden empezar a consumir y que pueden mejorar a lo largo de dos, tres y cuatro años.

El proceso de obtención de un vino albarín blanco comienza con una maceración del fruto con piel incluida a temperatura baja, a la que sigue una fermentación, también con poca temperatura entre 16 y 18 grados, durante 15 días "para que las levaduras vayan despacito liberando los aromas, que están ligados al azúcar pero que se van a revelar al final de la fermentación", añade Otero.

El resultado es un vino blanco muy afrutado, con buen perfil ácido y con un grado alcohólico óptimo. "Llegamos a 13 grados de alcohol sin dificultad, sin añadirle ningún componente, porque la variedad lo da así, tiene mucha acidez pero también mucho grado alcohólico", asegura el enólogo de la bodega. En la zona en la que se producen los vinos de Calidad de Cangas, comprendida en los concejos de Cangas del Narcea, Ibias, Tineo y, desde este año, también en Pesoz; llegar a una buena graduación alcohólica no es fácil debido a las pocas horas de exposición al sol en las que se desarrollan los viñedos. Pero hay variedades que gracias a su adaptación, tienen un ciclo largo y una brotación temprana, consiguen madurar bien y lograr una acumulación de azúcares suficiente para dar el grado de alcohol esperado.

Las características del suelo en el que crecen las cepas también se pueden apreciar en los vinos a los que aportan un toque único. Víctor Chacón, hijo de los propietarios de la bodega, explica que el suelo de sus viñedos, situados en parcelas de los pueblos ibienses de Uría y Cecos, son especialmente pizarrosos y arcillosos lo que se puede encontrar en los vinos. "Aportan una mineralidad que se percibe de fondo", comenta Chacón.

Una singularidad más de la variedad albarín blanco es su rápida maduración. Esto ha llevado a que la familia Chacón Buelta ya haya comenzado la época de vendimia, que en el resto de bodegas adheridas a la Denominación de Origen se producirá en aproximadamente una semana.