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Escapada

El Mediterráneo más inspirador

"Peregrinos de la belleza", de María Belmonte, una guía para seguir la huella de escritores y artistas por Grecia e Italia

Jardines de Villa San Michele, en Capri. VISITITALY.COM

Cuenta María Belmonte en "Peregrinos de la belleza" (Acantilado, 2015) que durante el siglo XIX y los primeros albores del XX el sol era una "de las tres cosas más peligrosas", junto al vino y las mujeres, de las que las madres advertían a los jóvenes británicos que iban al Sur. Entonces, para los habitantes del norte de Europa viajar al Mediterráneo era algo que sólo hacían los enfermos de pulmón, en busca de un clima cálido y más benigno con su dolencia que sus húmedas y frías tierras de origen. Lo hacían, claro está, los que tenían posibilidad.

Jóvenes de familias acomodadas que se podían permitir un viaje que llegaba a durar meses, incluso años, y consistía en largas estancias en pueblos y balnearios a orillas del Mediterráneo bañados por el sol, con olor a limón, pino y plantas silvestres. Algunos de esos jóvenes de maltrecha salud, como el tísico D. H. Lawrence, y antes André Gide o Herman Hesse, fueron los que contribuyeron a cambiar las tornas y transformaron el viaje al Mediterráneo en algo más que una terapia curativa: en una aventura de placer y gozo para los sentidos por esa Arcadia soñada, en este caso, de inspiradoras aguas cristalinas y cielo azul.

Así lo describe María Belmonte en un libro dedicado a los que ella llama "peregrinos de la belleza", esos viajeros por Italia y Grecia en busca de la salud, del placer y también para completar una formación que desde el siglo XVIII no se consideraba finalizada si no se hacía el "grand tour", un recorrido por las cunas de la cultura occidental.

"Peregrinos de la belleza" es una suerte de guía de viaje para los que quieran adentrarse en el mundo mediterráneo al margen de la imagen que se impone hoy en día, con un Mare Nostrum convertido en una discoteca a pie de playa, con botellones, música electrónica y tumbonas. Una estampa que escandalizaría al citado D. H. Lawrence, quien al poco de estrenar el siglo ya se quejaba de la mecanización y modernización de Italia. Seguir la ruta del escritor inglés que se recoge en el libro es descubrir la idílica ribera del lago Garda, donde recaló en 1912 para instalarse en Gragnano, tras cruzar a pie los alpes por el mítico paso del Brennero. Pero también Cerdeña, la Maremma toscana y sus enclaves etruscos y la exquisita Taormina en Sicilia.

En esta coqueta villa se había instalado décadas antes Wilhem von Gloeden, el barón alemán que recreó en escandalosas (para algunos) fotografías su particular ideal de la Antigua Grecia representada por jóvenes campesinos de la zona desnudos y ataviados con túnicas y coronas de olivos y flores en la cabeza. Cuenta Belmonte que la figura del von Gloeden ha caído intencionadamente en el olvido en un pueblo en la que una comisaría de policía ocupa el solar donde el fotógrafo tenía su estudio.

Sí se puede visitar en Capri Villa San Michele, que el médico y escritor sueco Axel Munthe acabó de construir en 1899 "en homenaje a la luz del Mediterráneo". La isla italiana fue el refugio de Munthe, quien no pudo disfrutar mucho de esa luz que veneraba debido sus problemas oculares. Los tesoros que reunió en San Michele -estatuas antiguas y otros restos que los campesinos encontraban en sus huertos y que le regalaban sin darles valor- se pueden ver en esta especie de museo del que el libro de María Belmonte ofrece una completa e interesante descripción.

Menos bondadosa, pero no por ello menos interesante, es la Italia de Norman Lewis, autor de "Nápoles 1944", sobre el desembarco aliado en Italia que él presenció como espía del gobierno británico. "Fue ciudadano honorario del Mediterráneo. No del Mediterráneo luminoso, heredero del mundo clásico, sino del que contiene sus facetas más oscuras y primitivas", explica la autora sobre un personaje del que seguir su huella en Nápoles supone descubrir la historia, cultura y vida callejera de una de las ciudades más especiales del Mediterráneo.

Y de Italia, al otro paraíso soñado, Grecia. La que describieron Henry Miller, Lawrence Durrel, Patrick Leigh Fermor o el historiador Kevin Andrews. Si llevarse la abundante bibliografía de todos para recorrer Creta, Atenas, Corfú, Rodas o el Peloponeso es prácticamente imposible, en "Peregrinos de la belleza" hay un práctico y útil compendio de sus escritos sobre los lugares que les cautivaron y atraparon.

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