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los grandes clásicos

Montaigne, el francés que enseñó a pensar y a dudar

Los "Ensayos" constituyen un libro excepcional, ameno y variado dedicado a la observación del ser humano

Michel de Montaigne.

Michel de Montaigne es uno da los espíritus decisivos de nuestro tiempo. Enseñó a pensar, pero sobre todo, enseñó a dudar. No hay verdades absolutas y todo puede ser sometido a juicio. Consecuente con esta actitud, tampoco creía en la supremacía de la razón, y consideraba que las innovaciones resultan dañinas en numerosas ocasiones. Fue el creador de un género en prosa que a falta de una denominación mejor y más precisa ha recibido el nombre de "ensayo" a partir de él. No inventa ese tipo de literatura, pues ya existían los "tratados", obstinadamente eruditos. Montaigne los aligeró de su tono académico y del dogmatismo. El ensayo aborda un tema, lo discute, lo analiza y llega a una conclusión que no ha de ser necesariamente la única ni verdadera. Sólo exige el ensayo claridad y buen sentido, porque quien escribe bien, piensa bien. De hecho, la prosa del ensayo debe tener la claridad y el rigor que no son imprescindibles en la novela. Hay novelistas que escriben con descuido, pero un ensayista no puede permitirse escribir frases que resulten confusas. Para componer sus "Ensayos", Montaigne tenía como modelos a los escritores latinos, que había leído desde la niñez. Conocía menos la lengua griega, y eso se nota en su lectura, ya que el predominio de las citas latinas es muy superior.

Michel Eyquem nació en el castillo de Montaigne el 28 de febrero de 19533, hijo de Pierre Eyquem, primer regidor y preboste de Burdeos, y de Antoinette Louppes, de familia portuguesa, cuyo apellido era López. Pierre Eyquem era rico, pero no pertenecía a la nobleza de Guyena; de hecho, fue su hijo el primero en utilizar el apellido Montaigne, que en realidad era el nombre de su posesión. Pierre Eyquem decidió ocuparse personalmente de la educación de su hijo en plan experimental. Para que se habituara al latín, en el castillo todo el mundo habla latín, desde el señor y la señora Eyquem hasta los criados, mientras la enseñanza gramatical y literaria correspondía a un preceptor alemán, de manera que cuando Michel, a la edad preceptiva, ingresa en el colegio de Guyena, apenas hablaba francés. Nuevamente por imposición paterna, cursa los estudios de leyes, y después de haber sido consejero de Arbitrios de Périgueux, forma parte del Parlamento de Burdeos hasta 1570, en que renuncia a su cargo, se retira a su castillo y organiza la biblioteca en la torre, donde escribe los "Ensayos", cuyos dos primeros tomos se publican en 1580. Aunque poseía uno de los mejores viñedos de Francia, recorre Alemania, Suiza e Italia, bebiendo aguas para curar unos cálculos y dejando un delicioso diario de este viaje. Hallándose en Roma, le llega el nombramiento como alcalde de Burdeos, al que renuncia inmediatamente, aunque tiene que aceptarlo por presiones, incluida la del rey. Reelegido en 1583, al fin vuelve a su castillo en 1588, y aunque no se libra de un incidente político desagradable, en 1589 retorna definitivamente a su casa, en la que muere en 1592. Allí continúa la redacción de los "Ensayos", que ya eran conocidos en toda Europa: Shakespeare y Quevedo figuraron entre sus lectores. Los "Ensayos" es un libro excepcional, ameno y variado, dedicado a la observación del ser humano (y Montaigne era a sí mismo a quien tenía más a mano para observarse) y a mantener un diálogo con el lector, a quien anuncia en el preámbulo: "Es éste un libro de buena fe, lector. De entrada te advierto que no me he propuesto otro fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a ti ni a mi gloria". En una palabra, los "Ensayos" es un libro excepcional, escrito privadamente, pero valioso para toda clase de lectores: una de las obras grandes, realmente imprescindibles de nuestra cultura.

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