En la ciudad alemana de Estrasburgo, en 1605, un joven calígrafo llamado Johann Carolus después de realizar un gran esfuerzo diario por escribir un boletín de noticias, a mano, tomo la decisión de comprarse una pequeña imprenta y así poder aumentar la tirada de su boletín, y así aparece el primer periódico impreso. Aunque ya en China y en la antigua Roma, en el siglo 131 a. C., ya existen algunos boletines, como el conocido como "Acta Diurna", en el que el pueblo romano se podía enterar de algunas cosas del gobierno y cosas cotidianas. Una anécdota bonita fue que el primer boletín de Venecia, en 1556, se llamaba "Notizie Scritte", el cual costaba el valor de una pequeña moneda que se llamaba "Gazetta", de cual hoy en día conocemos su nombre periodístico italiano.

Todo esto que les acabo de relatar no viene sino a recordar los años que llevamos acariciando el papel del periódico y los libros entre nuestras manos. En estas fechas, con la tecnología, han llegado a nuestras manos las tablets, los ordenadores, los e-books, para poder apreciar lo que nuestros escritores realizan afanosamente. No estoy en contra de la tecnología, ni mucho menos, pero soy partidario de coger un buen libro, acariciar sus hojas de papel, el olor al abrir un nuevo libro y colocar el marcapáginas cuando acabo de leer. Y que más decir cuando entramos en un bar, cafetería, lugares en los que las gentes, al lado de un buen café, vamos pasando relajados, poco a poco, las hojas de ese periódico que nos informa y nos aísla de nuestro entorno durante unos momentos.

Yo, cuando está a punto de ser el día de los Reyes Magos, sólo les voy a pedir que nunca desaparezcan estas hojas que acariciamos con nuestros dedos, libros y periódicos. Periódicos y libros, papel de papel.