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Perú, tierra de contrastes

Los Andes, la selva amazónica, la costa desértica, la cultura inca, la arquitectura colonial y una gastronomía cada vez más reconocida hacen único el país de Machu Picchu

Apabullante. Un planeta Tierra en miniatura. Los Andes, la selva amazónica, la costa desértica, la cultura inca, la arquitectura colonial, su biodiversidad y su cada vez más reconocida gastronomía convierten a Perú en un país único, en un lugar para explorar y en el que disfrutar cada minuto.

Machu Picchu se ha consolidado como la imagen icónica de Perú y no es para menos. Es un santuario esculpido en la roca. La también llamada "ciudad perdida de los incas" es una de las maravillas del nuevo mundo que, como tal, fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983. Oculta durante siglos entre la vegetación, ahora es lugar de peregrinación de turistas.

Aguas Calientes y Cuzco son los lugares de partida más frecuentes para la visita, pero el más aventurero puede optar por llegar a pie hasta el corazón de la montaña. El Camino Inca se ha convertido en uno de las rutas de trekking más populares de Sudamérica. Con un cupo máximo diario y la condición de tener que gestionarlo con una agencia local, permite llegar a la ciudad inca por el trazado diseñado por los pobladores originales. Son 40 kilómetros para realizar en cuatro días con sus tres noches en tienda de campaña, con visitas a yacimientos arqueológicos imposibles de presenciar de otra manera. El Camino Inca es accesible a casi todos los públicos, pero muy exigente. Por momentos sus irregulares y constantes escaleras y el desnivel que hace pasar por collados a más de 4.000 metros de altitud lo convierten en un auténtico rompepiernas. El gran premio es llegar a Machu Picchu por la "Puerta del Sol", y el peligro, sucumbir al mal de altura. Para evitarlo hay remedios naturales, como mascar coca, o apostar por la modernidad de las pastillas.

El cañón del Colca, en la provincia de Arequipa, es otro de los lugares deseados, un enclave para ver cóndores de cerca. A 300 kilómetros se encuentra Puno, la ciudad que bordea el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo (3.810 m). Es un lugar incomparable, frontera entre Perú y Bolivia. En sus aguas hay islas naturales y artificiales, estas últimas tejidas por los uros con totora, una planta de la zona. Sorprende en el altiplano la naturalidad con la que visten sus trajes autóctonos. Se ven incluso en las grandes ciudades. Eso sí, es en las zonas más rurales donde reina el quechua, su lengua ancestral.

Lima, la capital, es una descomunal urbe pegada al mar, el centro político, comercial y cultural del país. Su plaza de armas en un claro ejemplo de arquitectura colonial, pero son muchos sus rincones con encanto: desde el parque del Amor, en el barrio Miraflores, hasta el convento de San Francisco, donde se pueden visitar unas rehabilitadas catacumbas y una vetusta y encantadora biblioteca plagada de olvidados incunables.

En Lima están también los mejores restaurantes. La gastronomía local, que va cogiendo fama mundial, está marcada por su variedad y por su mestizaje con la cocina japonesa. Resulta bastante asequible acudir, por ejemplo, a los establecimientos que el cada vez más popular Gastón Acurio tiene en la capital. Puede ser el lugar perfecto para probar el tradicional ceviche (pescado crudo aderezado con limón, cebolla y sal y acompañado con frecuencia por alguna de las decenas de variedades de maíz peruano). En sus cartas no faltan platos populares como el lomo saltado y guisos más exclusivos a base de la carne de los animales de la región andina. La vicuña, la alpaca, la llama y el guanaco son los cuatro camélidos peruanos. Su lana alimenta la tradición textil del país y su carne, excepto la de la protegida vicuña, se puede comer.

Los peruanos presumen de otro plato tradicional, el cuy. Es una cobaya andina, un tipo de roedor que en las cartas en inglés anuncian sin pudor como "cerdo guineano". Su sabor, entre pollo y conejo, contrasta con el terrorífico aspecto con el que a veces lo presentan. Pero si algo hay que no se puede dejar de probar en Perú es su famoso pisco sour (un combinado con sabor parecido a la margarita mexicana) o los jugos frescos.

Otro de los atractivos del país son sus 3.000 kilómetros de litoral, con vistas al Pacífico, y al sur de Lima encontramos un paraíso natural. En Paracas, el extremo más norteño del desierto de Atacama, hay una increíble reserva natural, un paraíso para los observadores de aves (hay centenares de miles), una oportunidad única para ver de cerca leones marinos, para fotografiar al pingüino de Humboldt o para disfrutar del "candelabro de Paracas", un geoglifo milenario de más de 180 metros de largo. Se da un aire, sin tener el mismo origen, a las famosas líneas de Nazca. Son tantas las opciones en Perú que cuesta decidirse entre visitar la selva, bañarse en el Pacífico, caminar por sus montañas, visitar sus volcanes o simplemente perderse por sus pueblos. Porque todos sus contrastes merecen la pena.

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