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La espuma de las horas

Hampones notorios del Swinging London

Los gemelos Kray pasaron media vida entre rejas: su mala reputación movió más negocios que su actividad delictiva

Los gemelos Kray, Ronald y Reginald.

¿Han oído hablar de los gemelos Kray? Si no lo han hecho, no será por culpa de ellos. Su afán de notoriedad se explica en una sesión de fotos de 1965 en la que David Bailey, cámara de moda británico del Swinging London, inmortaliza sus feroces miradas en una pose estudiada y dandi. Aspecto cuidado, trajes de buen corte y corbatas estrechas. Aún no eran los gánsteres notorios en que se convertirían más tarde, pero sí un par de gladiadores del hampa londinense que dirigían clubes nocturnos y recaudaban dinero por proteger a personas. Los Kray, Reggie y Ronnie, eran una violenta hidra de dos cabezas: sus estallidos de furia dejaban tras de sí un rastro de brutalidad y víctimas injustificado para los fines que se proponían. Se valían de un curioso armamento; junto a las típicas porras y nudilleras, manejaban ballestas, arpones y otro tipo de artilugios inusuales en los bajos fondos. En la práctica brillaba también la originalidad: cuando Reggie ofrecía un cigarrillo a un incauto era para relajar su mandíbula y hacerla más vulnerable al puñetazo que venía a continuación.

El retrato de Bailey se convirtió en su imagen y marca. Aspiraban a ser tan famosos como Al Capone o Legs Diamond, y su orgullo se vio correspondido cuando la fotografía empezó a figurar en los catálogos de los sesenta junto a las de los Beatles, los Stones, Nureyev y Lord Snowdon, entre otros. Bailey explicaría más tarde: "Su gran error fue posar para mí, si quieres seguir siendo un verdadero gángster nadie fuera del negocio debería saber quién eres".

Los Kray, por el contrario, querían que todos supieran quiénes eran. Su inmensa popularidad está inversamente relacionada con su fracaso delincuente: fueron condenados a cadena perpetua a los 35 años y pasaron la mitad de su vida entre rejas. En gran medida por empeñarse en ser famosos. Ronnie murió a los 61 en 1995, y Reggie, que obtuvo brevemente la libertad por razones humanitarias, en 2000. Su trayectoria delictiva no alcanza, como es obvio, la altura de Capone, ni siquiera se aproxima a la de los hermanos Gallo en Nueva York, otro caso de demencia brutal y asesina. Sin embargo la fascinación que les rodea después de tantos años permanece intacta, como prueba el revival que emerge sobre sus figuras.

Para empezar está "Legend", la película de Brian Helgeland, protagonizada por el magnífico Tom Hardy en el papel de los dos gemelos. No es la única, también circulan por ahí "La ascensión de los Kray" y "La caída de los Kray", ninguna de ellas digna de atención por sus virtudes cinematográficas. En 1990, Peter Medak filmó "The Krays", una versión más modesta pero algo más solvente sobre sus vidas. Otros dos documentales, uno sobre los años en prisión, contribuyen a engordar el mito de los gángsteres mediocres con estilo. Al tiempo, han visto la luz más de tres docenas de libros sobre los gemelos, uno especialmente llamativo de Maureen Flanagan, una modelo de tres al cuarto, peluquera de Violet Kray, la madre de Reggie y Ronnie, que profundiza en las relaciones familiares. Violet fue durante mucho tiempo un autentica celebridad en Bethnal Green, el vecindario del Este de Londres donde en medio de la penuria de la posguerra se criaron los hermanos.

Coincidiendo con el auge de los Kray se ha puesto en marcha una especie de itinerario turístico que parte del pub de Whitechapel donde Ronnie asesinó a George Cornell en 1966, y que se extiende hasta la casa de Stoke Newington en la que Reggie se deshizo de Jack McVitie, al año siguiente. No sirve de nada que me detenga a explicarles ahora quiénes eran estos dos sujetos y el papel que jugaron en las desasosegantes vidas de los gemelos, sencillamente se convirtieron en sus víctimas a la vez que en sus propias ruinas. La de Reggie había empezado a cocinarse tras el suicidio de Frances Shea, la frágil joven que cayó rendida en sus garras y fue incapaz de asimilar que estaba casada con un gángster peligroso. El caso de Ronnie era el de un psicópata atormentado dispuesto a romper cualquier tipo de juguete o vida en cualquier momento.

Los gemelos vivieron fascinados por los mafiosos de las películas de la infancia. Su modelo en Inglaterra era un gángster dandi llamado Billy Colina que en la década de los cincuenta ejerció el mismo control en el Soho que ellos, más tarde, en el East End. Colina imitaba a Bogart, y era dueño de un club en Tánger, que los Kray visitaron en los 60 y quedaron impresionados. Uno de sus amigos era el reportero de sucesos Duncan Webb, quien le ayudó a escribir su autobiografía. Tiempo después, otro periodista, John Pearson, biógrafo de Ian Fleming, escribiría "The Profession of Violence: The Rise and Fall of the Kray Twins", el libro que contribuyó a relanzar la fama de los hampones de Bethnal Green.

En los cincuenta y sesenta, los Kray desarrollaron su actividad en el mundo de los billares y de los clubes de noche. Crearon una banda formada por unos cuantos tipos duros decididos a hacer del matonismo una de las bellas artes. En su expansión llegaron a tocar tentáculos de la política que no les fueron demasiado proclives. Posteriormente, cuando los enjaularon, vieron la manera de sacar rentabilidad de sus terribles reputaciones. Era otro tipo de negocio, el de la notoriedad, que les permitió vivir cómoda y presuntuosamente en prisión. Uno de sus ídolos, el incomparable Legs Diamond dijo: "Ahora que soy una estrella del espectáculo sólo me pueden matar los críticos". Ellos murieron precisamente de eso.

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