Con un funeral civil que se celebrará mañana en Milán, Italia y el mundo entero despedirán al escritor, filósofo y comunicólogo Umberto Eco, fallecido a última hora del viernes en la capital lombarda.

En la ciudad natal de Eco, Alessandría -en el Piamonte, norte de Italia-, las autoridades locales decidieron poner las banderas a media asta en señal de luto, mientras que algunos exponentes de la cultura, encabezados por Vittorio Sgarbi, crítico de arte y político, han pedido que Umberto Eco reciba un funeral de Estado.

Genaro Alonso, consejero de Educación y Cultura del Principado de Asturias, declaró ayer a LA NUEVA ESPAÑA que siempre había admirado "la sabiduría de Eco y su inmensa inteligencia". Alonso, que es doctor en filología y catedrático, añadió que "me asombró y asombró al mundo con su novela 'El nombre de la rosa' y también con las apostillas. Leí también algunos ensayos de semiótica en los que mostraba una clarividencia sin parangón. Era un gran lingüísta, sus teorías sobre la comunicación evidenciaban esa grandísima inteligencia".

A la mañana siguiente de conocerse la noticia del fallecimiento, los alumnos de Eco se acercaron a la plaza Castello para, silenciosamente, dejar rosas blancas bajo la casa de un maestro. En los últimos años dividía el tiempo entre su departamento milanés y su casa de vacaciones en la ciudad de Rimini, donde tenía una biblioteca con alrededor de 30 mil volúmenes.

El arquitecto asturiano Ramón Fernández-Rañada, rememoraba también ayer el encuentro de su generación con el escritor y su contacto personal con los textos de Eco. "Fui a Roma en el 68, cuanto se declaró aquí el Estado de excepción, mi avión fue el último que despegó. Italia estaba de lleno en el estructuralismo. El arquitecto y urbanista José Ramón Menéndez de Luarca, que estaba allí estudiando, me dejó libros de Eco. Tenía ya un sólido prestigio. Interpretaba cosas que a un español de entonces le chocaban. Por ejemplo, analizó cómo la televisión, en manos de los gobiernos de la Democracia Cristiana, daban efectivamente todas las noticias pero las malas con un lenguaje que no se entendía. Una manera de hablar para lo favorable y otra para lo desfavorable. Todo muy interesante".

Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias -Eco recibió el premio Príncipe en el 2000- dijo que "la lucidez y calidad de su obra y su compromiso ético han influido de forma notable en nuestra cultura". El consejero Alonso afirmó a su vez que había sido "un orgullo y un acierto" haberle dado ese galardón.