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Estudiante a toda vela

Un gijonés consigue su segundo premio nacional fin de carrera en dos diplomaturas distintas, Navegación Marítima y Máquinas Navales

Salvador Ballesteros Duque, en el Muelle. MARCOS LEÓN

Siempre ha llevado una vida normal, con rasgos comunes a todo joven universitario. Le gusta el deporte, en especial la vela, que practicó en el equipo de la Universidad de Oviedo y en Gijón como monitor. En el colegio jugó a balonmano, es aficionado a la tecnología y no descuida a sus amigos para salir de vez en cuando tomando una cerveza al caer la noche. Pero Salvador Ballesteros Duque (Gijón, 1989) tiene por hobby, además, coleccionar premios nacionales de fin de carrera. El último, dotado con 3.300 euros, llegará en abril por su expediente en la diplomatura de Máquinas Navales. Un reconocimiento que ya logró con su primer periplo universitario en Navegación Marítima.

El 27 de abril viajará a Madrid para recibir de mano del ministro, en funciones, de Educación, Cultura y Deporte, el diploma, que llega con retraso de tres años desde que finalizó la diplomatura. Incluso le ha dado tiempo a sacar la licenciatura en Máquinas Navales. La clave del éxito es una buena metodología, bajo la premisa de que hay tiempo para todo. "Una buena organización, saber cómo voy a estudiar, marcar tiempos, fechas y horas te permite sacar bien las cosas hacia adelante. También influye la motivación, que te guste lo que estás estudiando porque será más sencillo. Son muchos factores, pero podría decir que he tenido suerte", defiende.

Salva, como le llaman los amigos, lleva con orgullo e ilusión ambas distinciones y las acoge con agradecimiento. No presume de ellos pero tampoco las esconde. Ante la interpelación de si quiere algún premio nacional más sonríe con energía pero desestima el envite. "La etapa universitaria, como estudiante, es transitoria, al final lo que te espera es la realidad, y la realidad es el trabajo", sostiene dos años después de lograr el título oficial de Máquinas de la Marina Mercante. Pero el destino se antoja caprichoso y parece que el velero le lleva a navegar por otras aguas. También gusta de usar símiles marítimos para dar consejo a quienes pasen por su misma situación "No puedes quedarte anclado en casa. En algún momento me he sentido frustrado pero me he recuperando pronto porque llorando no soluciona nada", recomienda.

Su futuro debía ir en consonancia con sus raíces. Una máxima que lleva desde joven en su cuaderno de bitácora. "Nací en Gijón y como gijonés que soy me gusta el mar y todo lo relacionado con él. Siempre me han atraído los barcos", sentencia.

Pero ni siquiera un expediente brillante es seguro de nada. "Ha sido prácticamente imposible porque no he encontrado ningún embarque, o al menos ninguno que mereciera la pena. No tiene sentido embarcarme en un barco, con el riesgo que conlleva, para pasar 24 horas fuera de casa, sábados, domingos y festivos por 800 euros", argumenta. Esa es la tónica general que le ocurre a muchos compañeros de promoción. "Un 90% está como yo o peor, algunos ni siquiera han podido hacer prácticas para lograr el título. Pero es la situación que tenemos. No es aceptable aunque se permite, primero por las empresas y después por el Estado", describe.

Asume con filosofía el revés de la falta de trabajo para desarrollar su faceta náutica. "Te puedes llevar golpes, malos momentos, después de dedicar mucho tiempo a una carrera, pero hay que continuar y no cesar en el esfuerzo", considera. "Aunque a corto plazo no se nos valore o no se nos permita demostrar nuestra valía, aun sabiendo que la tenemos, siempre llegará el momento de demostrarlo". Y como aviso para navegantes añade "nunca podemos decir que lo que hemos hecho no ha valido para nada. Siempre te aportan conocimiento, capacidad de esfuerzo, unos valores y una forma de trabajar que siempre valdrá".

Salva viró el timón y sus cartas de navegación le empujaron hacia la docencia, siguiendo la estela de su madre. Ya en su etapa de estudiante universitario había atracado en ese puerto ayudando a jóvenes de la ESO y Bachiller a preparar, y superar, sus asignaturas. "Me gustaba, no por atracción económica sino por sentirte reconfortado cuando los chavales aprueban y van para adelante", explica. De aprobar las oposiciones en el mes de julio echará el ancla en estas lides.

No obstante, como alumno aplicado al que el esfuerzo, y capacidad, dio su recompensa académica, baraja más opciones. Enfocada esta última a la tecnología. Concretamente a los drones, un mar poco explorado. "Me gusta innovar, molestarme la cabeza y poder hacer cosas nuevas. Mi hobby va por esa vía y estoy montando mi propio dron y pensando en relacionarlo, por ejemplo, con el rescate y salvamento marítimo", desvela Salva, que mantiene en su horizonte vivir cerca del mar. Entre salitre y ocle ya huele a otro premio de índole nacional.

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