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La revolución del trasplante de pene

Un norteamericano estrena un nuevo miembro viril | Daniel Camporro, jefe de cirugía plástica del HUCA, es cauteloso sobre la recuperación de la función eréctil hasta observar la evolución del paciente

El trasplante de pene realizado en Boston a Thomas Manning, un hombre de 64 años que padecía cáncer, ha puesto en primera línea de la actualidad estas complejas operaciones. De todos modos, los resultados con este órgano aún están dentro de la incógnita porque no hay muchos precedentes. Hubo uno en Sudáfrica en 2014, con éxito, y otro en China, con resultados más dudosos. El paciente de Sudáfrica consiguió hacer una vida normal y hasta tuvo un hijo, aunque eso no significa nada, según los expertos, ya que, como es conocido, existen otras técnicas, como la fecundación in vitro para tener descendencia.

Manning ha sido el primer trasplantado de pene en Estados Unidos. Ha conseguido algo muy complicado en este tipo de situaciones, como es que hable de ello con naturalidad, un asunto muy complicado para los pacientes. LA NUEVA ESPAÑA consultó al doctor Daniel Camporro, jefe del servicio de cirugía plástica del Hospital Universitario de Asturias (HUCA), una autoridad en trasplantes, hasta dónde se puede llegar en este campo de la medicina y qué supone esta intervención, realizada en el Hospital General de Massachusetts. "Hay que diferenciar los trasplantes que son viscerales clásicos (corazón, hígado, riñones?) de los trasplantes compuestos; lo que hicimos aquí en Asturias con el del brazo o el que se hizo con el de la cara y, en este caso, el trasplante de pene". Y añade: "Los compuestos constan de diferentes tejidos. El brazo, por ejemplo, tiene piel, músculo, tendones, vasos, hueso? Son trasplantes diferentes. Necesitan hacer determinadas funciones para los elementos a los que sustituyen. La parte trasplantada tiene que retomar la función de la ausente. ¿Qué funciones hace el pene? Más o menos, todos las sabemos. Una de ellas es que funcione el conducto de la uretra para poder orinar y que luego tenga sus funciones eréctiles. Del de cara o del de la mano y otros sí podría hablar de resultados sobre cómo se recupera y cómo funciona".

Ahora bien, en el caso del pene, matiza, "la función de la micción puede ser más o menos conseguida. Pero otra cosa será la capacidad eréctil de ese pene. Para que entre en erección hay que coser unos nervios, los pudendos, que son los que transmiten esa sensación que tenemos en el cerebro que hace que se produzca una erección. Una vez esos nervios sean capaces de regenerar y reproducir la erección, veremos si esa zona del pene (que se llama cuerpos cavernosos y es donde se produce la erección) funciona o no en uno trasplantado. Eso habrá que dejarlo en 'a ver qué pasa'", dice el doctor Daniel Camporro.

El trasplantado de Estados Unidos, un empleado de banca, padecía un cáncer y, tras muchas pruebas y ensayos clínicos, sus médicos esperan que recupere las funciones vitales del órgano tras sufrir una amputación parcial hace cuatro años cuando se le diagnosticó la enfermedad. El paciente confiesa que la "parte más dura para él fue que alguien haya perdido la vida para que él tuviera un pene". Los expertos coinciden en que la actitud de Thomas Manning es muy valiente al hablar de ello sin cortapisas porque este tipo de lesiones suelen quedarse escondidas bajo el silencio de sus pacientes, que suelen acabar con depresiones.

El doctor Dicken Ko, director de urología del Hospital de Boston donde fue operado Manning, dice que la intervención se hizo en tres fases. La reconstrucción de los genitales, el restablecimiento de la función urinaria y una tercera para recuperar el potencial sexual, que es donde hay más dificultades o dudas.

"Estos trasplantes de tejidos compuestos, pene, mano o el que en su día se hizo de ambas piernas, tienen dos problemas: necesitan un tratamiento inmunosupresor, lo que puede conllevar desavenencias morales puesto que el tratamiento acorta la vida". Por otro lado, este tipo de trasplantes están destinados a conseguir las funciones del original, apunta el doctor Camporro. "Pones un hígado y empieza a hacer de hígado. Pero, claro, todo lo que sea la función de una mano, brazo, pene o cara está sujeto a que los nervios que coses se regeneren y crezcan. Y eso tarda. Pones una mano hoy e igual no funciona hasta un año o dos después", matiza. Explica el doctor Camporro que el límite de los trasplantes está en el infinito si se consiguiera el "efecto quimera", que es lograr que se metan células en un paciente y que las identifique como suyas, de tal manera que si te trasplantan una mano, una cara o lo que fuere el cuerpo los reconozca como propios. Así no se necesitaría tomar ese tratamiento inmunosupresor que va acortar la vida. Por tanto, en ese momento serían infinitas.

-¿Y eso en cristiano cómo se traduce?

-Determinada gente que trabaja con serpientes venenosas se inyecta ese veneno poco a poco para el día que le "pegue" el picotazo total, para el que ya estaría acostumbrado. Sería acostumbrar el cuerpo a unas células extrañas de tal modo que el día que venga el órgano se reconozca como propio y no se rechace.

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