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DULCE PÉREZ | Farmacéutica y galerista

"He pasado más de la mitad de la vida y cada vez quedan menos años para cumplir sueños"

"Nos hemos centrado en el arte por intentar prolongar la existencia y que alguien recuerde que hemos hecho algo bueno"

Dulce Pérez, en un rincón de la galería Alfara de Oviedo. IRMA COLLÍN

-Era ajena al arte. Abrir la galería Alfara hace ahora 10 años fue una ocurrencia de mi marido, que es el de las ideas en este equipo. Yo pongo las manos. El balance es satisfactorio, pero ha habido mucho trabajo y desengaños. No sabía que sería tan espinoso.

-¿Es negocio?

-El arte no es un negocio; es una manera de vivir. Encontramos un mundo más amplio de lo que pensábamos. No me quejo: es hermoso y enriquecedor.

Dulce Pérez (Avilés, 1961) nació en Trasona...

-Soy hija de Ensidesa, de un trabajador y un ama de casa que tuvieron cuatro hijos, tres mujeres. Mi padre era un hombre hecho a sí mismo y quería que fuéramos independientes. Estudié Farmacia en Santiago, sin vocación clara, por seguir a mi hermana mayor. Para mis padres fue un sacrificio enorme, no somos de la alta burguesía, precisamente.

Cuando acabó la carrera, regresó a Asturias para emplearse en una farmacia de Oviedo.

-A principios de 1990 conocí a Alfonso Santos porque iba a trabajar a su farmacia. Luego se nos complicó la cosa y nos casamos.

-¿Cómo es su marido?

-Muy emprendedor. Nació en 1947 en un pueblo de Salamanca, estudió Químicas, sacó la plaza de titular de Ciencias y cuando estaba dando clases en un instituto, decidió hacer Farmacia. Ejerció en un pueblo de Zamora, pero la vida rural le horrorizaba y el azar le trajo a Oviedo.

Una vez casados, abrieron una farmacia en La Florida, un barrio nuevo de Oviedo, con gente joven y niños. El local era muy grande y pusieron una librería.

-No somos ávidos lectores, pero nos gusta crecer espiritualmente. A los 10 años de librería, se le ocurrió completar con una sala de exposiciones.

-¿Tenían inquietudes creativas?

-No, aunque todo el mundo lleva dentro el sentido de la belleza. Nosotros queremos superarnos desde el emprendimiento.

-¿Por dónde empezaron?

-Fuimos a hablar con Alfonso Granda, entonces director de la Escuela de Arte de Oviedo. Nos lo desaconsejó, pero nos puso en contacto con una grabadora que nos ayudó a echarla a andar.

-¿Por qué no le hicieron caso a un experto?

-Nos apetecía la idea. Nos gusta sacar algo de la nada. Nuestra única posibilidad de diferenciarnos entre las galerías era hacer una sala exclusivamente para obra gráfica. No estábamos en el centro y la obra gráfica podía tener sentido para un público de barrio nuevo, joven, con hipotecas y deudas. La realidad es que no vendemos obra en el barrio. Con la crisis el arte pasó a ser artículo de última necesidad. La rentabilidad es nula, pero...

-¿Pero...?

-Supongo que es intentar prolongar la vida, un poco de posteridad, que alguien recuerde que hemos hecho algo bueno. Es una actividad social. El barrio lo agradece y te sientes compensado.

Las farmacias sostienen sus otras iniciativas. Tienen dos hijos: Alfonso, de 24 años, que terminó Farmacia en Madrid y hace un grado de Óptica, y Ara, de 22, que estudia cuarto de Farmacia. Alfonso sustituirá a su padre. El plan es que Ara suceda a Dulce "pero me queda tiempo todavía".

-Decía que en la sala hubo desengaños.

-Por razones personales, la grabadora nos dejó a los 4 años y quedé un poco sola. Para no estar tan perdida, me matriculé de Historia del Arte en la UNED y terminé el año pasado. No me cuesta estudiar, pero nunca me voy a sentir segura en el espacio del arte.

-¿Éste es su ocio?

-Sí. A veces me agobia. He pasado más de la mitad de la vida y quedan cada vez menos años para hacer cosas y cumplir sueños. Desde 2009 estamos intentado sacar adelante Alfara Estudio, unos talleres de grabado y una residencia para artistas en el campo charro, en la Encina de San Silvestre. Intentamos que sea un centro de referencia.

-¿Cómo se les ocurrió esto?

-En 2005 compramos esa parcela a 40 kilómetros de Salamanca y nos hicimos una casa. Está edificada sobre suelo de rocas graníticas. Para salvar las rocas levantamos una planta más de lo que pensábamos. A Alfonso se le ocurrió habitar ese sótano con el que no contábamos con rocas y hacer el taller de grabado.

-¿Qué es el grabado dentro del mercado de arte?

-En una conferencia del CEMAE de Avilés una profesora dijo que la obra en papel representa el 1% del mercado de arte mundial. Dentro de ese porcentaje, el español no está considerado. En ese ínfimo lugar nosotros somos un punto infinitesimal. Eso hace de nuestra actividad un reto. Tenemos cierto posicionamiento nacional. Somos más conocidos fuera que dentro. Los artistas saben de Alfara Estudio por el boca a oreja, la página web, la gente.

-¿Cómo los eligen?

-Por currículo y por un proyecto que elaboran en 15 días y del que ceden parte. Ya tenemos cierta experiencia. Siento una responsabilidad enorme de acertar, que Alfara Estudio sea un centro interesante y hacer con ello un círculo de revalorización.

-Los artistas tienen un discurso diferente.

-Pero son personas muy interesantes. Conocerlos es, sin duda, lo más agradable. Enriquecen. Ése es mi beneficio. Y nuestra colección, con la que hacemos exposiciones colectivas en nuestra sala, en otra de la Diputación de Salamanca y en encuentros que organizamos con el Centro Internacional de la Estampa Contemporánea de Betanzos.

-Hablaba antes de cumplir sueños. Diga cuáles.

-Participar en la feria Estampa de Madrid, en Fig Bilbao, en ferias internacionales... Probablemente el sueño siguiente lo está pensando mi marido y, si no fuera así, me preocuparía. Pronto tendrá más tiempo para cavilaciones y proyectos locos.

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