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Un mar al pie de los Alpes

El Garda, el lago más grande de Italia, encierra muy al Norte las esencias mediterráneas

Un mar al pie de los Alpes

La primera pequeña ciudad del Garda que pisé fue Sirmione, situada en la punta más meridional del mayor lago de Italia. Caminé hasta la extremidad de la península y en las cuevas de Catulo, mirando en busca de un horizonte, pensé en Tennyson. Al lado de las ruinas, el poeta inglés me hizo acariciar el tiempo a través del recuerdo literario. Ezra Pound, otro poeta, le había escrito a James Joyce en 1921, desde un hotel de fachada rosa que aún domina el puerto para invitarle a pasar una semana en su compañía. "El viaje merece la pena"-le contó- "Catulo podría corroborarlo". Catulo, nacido en Verona, fue para Tennyson el mejor escritor latino de poesía lírica, su alma gemela. Ahora da nombre a unas grutas que para ser exactos no lo son.

Sirmione sigue llamando poderosamente la atención con sus calles empedradas, su castillo del siglo XIII y, sobre todo, la villa romana en ruinas desparramada en la punta de su promontorio. Los primeros exploradores venecianos pensaron que eran unas cuevas naturales dentro de la espesa maleza sin darse cuenta de que habían tropezado con el yacimiento romano más importante del norte de Italia. Leí que Maria Callas, poco antes de su muerte en París, en 1977, le confesó a un amigo cuánto echaba de menos aquello. A lo largo de muchos años, la divina soprano se había retirado a su villa del lago escapando del estrés, aunque para entonces, asaltada por los turistas, ya no era la misma Sirmione que ella había conocido cuando la eligió para sus días de descanso.

Los escritores han cantado al Garda lo largo de los siglos. En Gargnano, D. H. Lawrence vivió con Frieda durante varios meses. Una placa de mármol identifica la casa. "El lago es tenue y lechoso"-escribió-, "las montañas son de color azul oscuro, el cielo brilla, la luz se funde en oro...". En Gardone Riviera, muy por encima del lago, con vistas panorámicas verdes y de la costa, Gabriele d'Annunzio, poeta, soldado, ególatra y amante de las mujeres, construyó su propia república, una finca enorme tan deslumbrante como excéntrica que llamó el Vittoriale y se extiende a través de toda una ladera. El hogar de D'Annunzio, como su obra escrita, está lleno de alusiones y reproducciones: la casa, repleta de escayolas imitación de esculturas famosas y versiones de cuadros célebres que han pasado a la posteridad. La fachada de la granja original, en la "Prioria" imita al palazzo medieval la Podestà de Arezzo. Las columnas que abren el camino son copia de los acueductos romanos. La Motoscafo Armato Silurante, que utilizó en sus correrías, se halla varada como una ballena en lo alto de la colina entre los árboles. Cerca de Gardone se encuentra Salò que ahora es un lugar turístico pero durante año y medio, entre 1943 y 1945, fue capital de la República Social Italiana

El lago de Garda, entre Lombardía, Véneto y Trentino, tiene cuatro temperamentos distintos que permiten captar sensaciones de lugares muy lejanos en un radio de apenas 150 kilómetros: al Norte se encuentra un fiordo noruego, azul y profundo, rodeado de montañas; al este, la Riviera francesa, con la sinuosa carretera que bordea el agua; al oeste es la costa de Amalfi, con las galerías talladas en las paredes que caen abruptamente; al sur, por último, el Lago de Garda se convierte en un mar que se extiende a la planicie del valle del Po. Todo ello, dependiendo del tiempo y la disponibilidad de cada uno, se puede disfrutar en unas pocas horas, o mejor en un par de días.

Con la ayuda del ferry que conecta Torri del Benaco y Toscolano Maderno, una línea recta divide el Norte y el Sur del Garda. Se puede empezar a recorrerlo tanto desde Riva o Bardolino, desde la península de Sirmione o Salò, no importa. Pero recuerde que debe dar la vuelta al lago en una dirección, hacia la derecha, con vistas al agua, para no perderse el panorama, y mantener, a la vez, esa percepción de plenitud que ofrecen los viajes cuyo punto de partida coincide con el final de etapa.

Garda es el lago más grande de Italia, pero también la localización al Norte donde aún se pueden respirar los olores y probar los sabores del Mediterráneo. De sus olivares, al norte del paralelo 46, a pocos kilómetros del glaciar de Adamello y las pistas de esquí de Madonna di Campiglio, proviene el aceite de oliva virgen más septentrional y también uno de los predilectos de los italianos. El DOP Garda, oro verde, como se le conoce por esas latitudes, por su color y debido al alto contenido de clorofila, desprende un caracterítico perfume a almendras.

A los olivos les suceden los limoneros, y las vides donde se cultivan las uvas del Bardolino, un vino tinto coupage de corvina, rondinella, molinara y sangiovese. Se encuentran buenos pescados de río por todo el lago. El lucio, la arborella, las truchas y hasta sardinas en escabeche. Del lado véneto, los tortellini a la carne de Valeggio y la polenta, legado de una cocina pobre que nunca falla en estas tierras del Norte adaptadas a los placeres mediterráneos. Por ese lado veronés que recuerda a la Riviera francesa, serpenteando, se llega a Malcesine, una bellísima localidad coronada por un castillo medieval de cuento (Scaligero) con un museo dedicado a Goethe. En Vecchia Malcesine, el restaurante de una estrella Michelin, de via Pisort 6, se sirve una cocina esmerada. Desde la villa se puede tomar el teleférico que en veinte minutos lleva al Monte Baldo, a 2.000 metros sobre el nivel del mar, donde en invierno se esquía

Para respirar los aromas del limón y prescindir del turismo masivo merece la pena viajar en primavera. Garda, majestuoso mar entre motañas, encierra colores, perfumes y sabores mediterráneos, al pie de los Alpes.

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