Los primeros pasos artísticos de Miguel Galano estuvieron próximos al mar del occidente asturiano. Ahora, décadas después, su universo plástico va más allá y se adentra en ciudades de la vieja Europa, aunque el propósito sigue siendo el mismo: profundizar en su propia voz. Los resultados de esa nueva experiencia se podrán ver a partir del jueves en París, donde inicia un circuito expositivo que le llevará a continuación a Setúbal, Lisboa y Madrid. La muestra, que reúne una treintena de obras y cuenta con el apoyo de la Secretaría de Estado de Cultura, abre el recorrido en el Instituto Cervantes de la capital francesa bajo la atenta mirada de Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes y uno de los expertos que mejor conoce la obra del pintor asturiano, al que dedicó el pasado año una amplia monografía sobre la que vuelve ahora en el catálogo de "París/ Lisboa/ Madrid".

Nacido en Tapia de Casariego, en 1956, Galano, "Asturiano del mes" de LA NUEVA ESPAÑA, pinta las brumas y los grises de su occidente natal, pero como el artista viajero que es le gusta adentrarse en otros territorios que han ido dejando huella en su pintura: Desde los paisajes nevados de los países nórdicos a los parques de Cracovia o las calles de Bolonia, son muchos los rincones, sobre todo de la Europa central, que forman ya parte de su particular calendario geográfico.

A todos ellos suma ahora París, Lisboa y Madrid, tres ciudades que han pasado a formar parte, durante los últimos meses, de sus vivencias cotidianas, porque una vez cerrada la idea de que esas y no otras eran las que quería pintar, dirigió hacia allí sus pasos. Con el ojo avizor recorrió y encontró rincones, calles, plazas, jardines y casas solitarias que guardó en su memoria para más tarde transportarlas al lienzo con su personal manera de ver y de sentir.

El resultado bebe de esos tres lugares, pero es una continuación de lo que ha venido haciendo hasta ahora. "En mi ritmo no hay grandes saltos, es un transcurrir lento". Porque Galano no busca cambios ni crear un nuevo lenguaje, entiende que lo nuevo en sí mismo no es un valor. Su objetivo va por otro camino, se centra en profundizar en su propia voz.

Pintar París le llevo a una ciudad ya conocida que observó de otra manera porque en esta ocasión dirigió su mirada hacia Montmartre, barrio que a su juicio todavía conserva algo de rural y en el que le hubiera gustado vivir el ambiente de las primeras décadas del siglo XX. Paseó entre los escenarios en otro tiempo tan familiares a los pintores impresionistas y sintió cierta nostalgia de un pasado no vivido que ahora renace en sus lienzos.

Allí encuentra Galano el "París oscuro, crepuscular o nocturno que conserva en sus imágenes el frío del invierno y el cielo cerrado y la soledad de muchos días". Así describe Enrique Andrés Ruiz, comisario de la exposición, la pintura parisina con la que el artista quiere homenajear Erik Satié, un músico que escucha a menudo mientras trabaja en su estudio, y a Maurice Utrillo, amigo de Modigliani y considerado el pintor de Montmartre por excelencia, una figura que le apasiona.

Junto a París estarán Madrid y Lisboa, ciudades éstas dos últimas muy queridas para Galano. En Madrid vivió un tiempo, frecuentó la vida bohemia y recorrió en muchas ocasiones el Paseo del Prado. Ahora regresa a esos lugares para convertir los rescoldos de la memoria en pintura. Son los primeros cuadros que dedica a una ciudad donde su obra ha sido reconocida desde las primeras apariciones en la galería Utopia Parkway. En esta sala, a la que permanece fiel desde hace casi veinte años, cerrará en marzo de 2018 el recorrido que ahora se inicia en París.

El Madrid que incluye en esta muestra es una ciudad más de atardeceres que de soles, de singulares edificios envueltos en la bruma y la noche, es el del Jardín Botánico y el de las casetas de la Cuesta de Moyano, un Madrid donde el Teatro Real no brilla con pomposos destellos de noches de estreno, sino que aparece solitario entre las sombras del claroscuro de la madrugada.

Si Madrid es la ciudad de sus éxitos artísticos y de las visitas al Prado, Lisboa es donde se encuentra más a gusto. "Lisboa es una maravilla", confiesa, "encuentras cuadros en cualquier esquina y me quedé con ganas de seguir trabajando allí". Esos rincones grabados en la memoria son los que más tarde transforma en pinturas en las que, como bien afirma Juan Manuel Bonet, "ha sabido condensar la dulzura y la melancolía de la ciudad, su atmósfera metafísica, sus azoteas, sus cipreses, sus cielos atlánticos...". Todo un universo que al pintor de Tapia le resulta familiar. "Pintar Lisboa es como jugar en casa". Reconoce el "señorío humilde" de sus calles y plazas y encuentra en esa sobriedad melancólica un estímulo para la creatividad, una prolongación del occidente asturiano en el que fija su punto de partida. "Cuando elijo un tejado del barrio de Alfama de alguna manera estoy volviendo a las casas solitarias del occidente". Esa es su geografía espiritual y en ella fundamenta ese algo, ese misterio, que aleja su pintura de la mera representación.

Y es así porque lo que le interesa a este artista "de pintura en voz baja" no es el exterior sino el alma del cuadro, algo que es ajeno a la propia representación pero que consigue hacer vibrar al espectador. "Mis esfuerzos están dirigidos a que lo que no se ve cale más hondo, no hay arte sin eso, es algo que supera la representación y toca un timbre determinado".

"París/ Madrid/ Lisboa", que cuenta con la colaboración del Instituto Cervantes, la Consejería de Cultura del Principado y Mostra España, podrá verse en la capital francesa hasta el 28 de julio. Viajará en noviembre a la Casa de Cultura de Setúbal y en diciembre al Instituto Cervantes de Lisboa. El itinerario finaliza en Madrid, donde el 12 de enero de 2018 se presenta en la galería Utopia Parkway.