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El clon de un legendario texu

El asturiano Ignacio Abella logra recuperar un emblemático árbol sagrado de Santa María de Lebeña, en Cantabria, ligado a una romántica leyenda

El tronco del viejo texu con el brote de uno de sus clones.

"La figura de los árboles templo es anterior al propio cristianismo. Los ancianos del pueblo se reunían bajo el árbol de la plaza, y éste legitimaba las deliberaciones que allí tuvieran lugar. Hay ancianos que nos recuerdan que en origen eran Ayuntamiento y Juzgado". Así describe Ignacio Abella, escritor y naturalista, la figura del texu, su árbol predilecto.

A la vista de esto no es de extrañar que el escritor fuera el impulsor de la recuperación del tejo que durante varios siglos presidía la entrada de la iglesia de Santa María de Lebeña, en Cantabria. "Se trataba de un árbol de leyenda. Cuentan que el conde del lugar plantó un tejo y un olivo para representar la unión entre él y su mujer, que era del Sur", relata.

La leyenda tiene su miga. Según la tradición oral, el tejo de la parroquia lebaniega fue plantado por el conde Alfonso, quien mandó construir la coqueta iglesia mozárabe para depositar en ella los restos de Santo Toribio de Liébana. Pero aquella decisión no fue del agrado de la divinidad ni de los monjes que protegían los restos del santo, y el conde Alfonso perdió la vista. Sólo la recuperó cuando desistió de su empecinamiento.

Se dice que el tejo era anterior incluso a la propia iglesia de origen mozárabe. Allí, según la leyenda, se reunían los habitantes del pueblo, tal y como supone Abella. El conde supuestamente usurpó un terreno público, que más tarde fue recuperado, y en él se asentó su iglesia. Y durante este periodo plantó, presuntamente, el tejo y el olivo como símbolo de la unión Norte-Sur que a su vez representaba el matrimonio con su esposa, que era natural de Andalucía.

El viejo tejo "había sido maltratado de todas las maneras posibles", apunta Abella, y fue derribado por un vendaval el día 20 de marzo de 2007. "Para la gente del pueblo fue una verdadera lástima, ya que seguía representando un punto de encuentro importante", explica el naturalista. Por ello le encargaron la tarea de tratar de crear un clon genético del árbol empleando los esquejes que aún habían sobrevivido.

"Durante diez años mimé los esquejes que habían prendido hasta que por fin conseguí un nuevo ejemplar", recuerda emocionado. Así, una vez logrado el reto, el tejo volvió a su lugar original gracias a la labor de Abella, vitoriano de nacimiento pero afincado en Colunga desde hace 26 años, "un asturiano más" como él mismo se describe, que además fue homenajeado durante la replantación en Santa María de Lebeña.

"Fue una fiesta muy bonita, porque conseguimos conectar con el espíritu del árbol como transmisor cultural intergeneracional", narra Abellla. Durante la conmemoración, los jóvenes del pueblo enterraron una serie de cápsulas del tiempo debajo del tejo. En ellas guardaron un periódico y varias cartas escritas personalmente por ellos. "La idea es que cuando el árbol caiga dentro de dos milenios, los habitantes de la zona se encuentren los textos escritos por los chavales, donde se explica cómo la juventud de nuestro tiempo cree que serán épocas futuras", comenta el escritor.

La conservación de la figura del árbol como punto de referencia de los pueblos del Arco Atlántico durante varios siglos hace pensar que esta iniciativa pueda suponer un nexo de unión con la historia futura de la zona. "A pesar del maltrato de la Iglesia a la figura del árbol como icono, a excepción del olivo que empleaban para hacer los santos óleos, no se ha logrado que la gente deje de reunirse bajo ellos y considerarlos un representante más de su cultura. Por tanto, nada hace pensar que pasados otros tantos siglos esta costumbre desaparezca. Seguirán siendo un punto de hermanamiento, incluso por encima del idioma", sentencia Abella.

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