"El dinero no es sinónimo de tranquilidad. No es sinónimo de felicidad. El dinero es, en esencia, el resultado de nuestras elecciones". Toda una declaración de intenciones que marca el inicio de "Ozark", la nueva serie de Netflix producida y protagonizada por Jason Bateman, quien también dirige los primeros episodios. Bateman, rostro habitual de la comedia estadounidense, con series como la aclamada "Arrested Development" o películas como "Paul" y "Cómo matar a tu jefe", presenta una historia con un guión que puede resultar conocido, pero es capaz de enganchar al espectador gracias a un buen dominio de la cámara y la creación de una atmósfera tensa y gris.

El actor da vida a Marty Byrde, un inversor de Chicago que es el vivo reflejo del sueño americano: ejecutivo con una casa grande y dos coches, esposa, dos hijos? Aparentemente, un padre de familia feliz que ha conseguido todos los objetivos que demanda el espíritu estadounidense, pero con una doble vida que terminará por ponerles en peligro a él y a su familia. Byrde es "asesor financiero" del segundo cartel más poderoso de México. Para salvar su vida y la de los suyos, el protagonista se compromete a trasladarse a la zona de Ozark, Misuri, una apacible y tranquila zona de vacaciones ubicada en el centro de Estados Unidos donde blanquear dinero para el cartel.

En línea con ese gusto actual de poner etiquetas a todas las novedades con algo de calidad, "Ozark" ya ha sido denominada como la nueva "Breaking Bad". Un título demasiado grande para una ficción que, aunque si puede asemejarse por el tema que trata, carece de ese ritmo frenético inolvidable y de personajes a los que amas y odias por igual como Walter White y Jesse Pinkman. La droga y la lucha por conseguir dinero para la familia son el denominador común de ambas ficciones, pero "Ozark" se mantiene en una escala de grises, para bien y para mal. Un componente al que contribuye una cuidada de fotografía que trata de convertir el entorno en un elemento más de la narración.

A Bateman le da la réplica Laura Linney ("Con C mayúscula" o "El show de Truman"), muy cómoda en el papel de esposa en un matrimonio desgastado. Linney es víctima de las acciones de Marty y a la vez cómplice, ya que le ayuda para tratar de sobrevivir. Juntos, no solo pelean por mantener contentos a los mexicanos, sino que también lidian con los habitantes del pueblo, quienes no dudan en aprovecharse de la gente de ciudad.

El principal problema de esta producción es que los secundarios flojean. Falla el grupo de "rednecks" (paletos, en inglés) sobreactuados y un agente del FBI tan motivado como poco creíble. No obstante, la serie ha logrado convencer a los responsables de Netflix (bastante duros en estos últimos meses tras cancelar multitud de ficciones) que la han renovado por una segunda temporada que llegará a la plataforma digital en 2018.