Las etiquetas nunca son bonitas porque, al contrario de lo que se piensa, en vez de ayudar a ordenar o definir, condicionan, y pocas cosas hay más feas que los prejuicios. Topito Terremoto, el protagonista de nuestra historia, aún no sabe estas cosas, pero empieza a vivir sus consecuencias ya que, debido a su carácter inquieto, comienza a sufrir el rechazo de sus compañeros y la incomprensión de sus profesores y progenitores; y es que Topito "corre arriba y abajo tocándolo todo y no sabe dónde deja las cosas. Olvida cosas, pierde cosas, rompe cosas? Salta de una actividad a otra sin parar. No controla su energía? Parece que lleva el turbo puesto. Muchos compañeros lo rehúyen y él no entiende por qué?". La arte-terapeuta (como ella misma se define) Anna Llenas, gran conocedora de las emociones y magnífica ilustradora, es consciente de la creciente exigencia actual de encasillar los comportamientos infantiles, de diagnosticar las actitudes, por eso, después del exitoso "El monstruo de colores", ha decidido volver con esta tierna historia editada por Beascoa. ¿Cuántas veces habremos oído la expresión "mi hijo es hiperactivo" o "el niño tiene déficit de atención" o "mi hija tiene TDAH", sin siquiera saber el significado de dichas siglas? O, peor, ¿en cuántos casos vemos niñas y niños medicados porque sus padres no tienen tiempo de atenderles? Los papás de Topito Terremoto no van tan allá y deciden acudir a Berta, la Maga del Bosque. Ésta deja a su paciente que vaya a su ritmo, "pero casi siempre hablan de aquello que le preocupa a Topito, de aquello que le gusta, de aquello que sueña o teme?". Topito, que por fin encuentra a alguien que se para a escucharle antes de juzgarle, va encontrando su camino poco a poco, canalizando su energía hacia actividades con las que se siente feliz. Nada más fácil, nada más difícil.