Libertario enamorado de las palabras y fiel al inmaculado pañuelo anudado al cuello, Paul Vecchiali (Ajaccio, 1930) presentó ayer en el Festival de Gijón "Le sept déserteurs ou la Guerre en vrac", su última obra. Maestro octogenario al que no le tiembla el pulso y escritor de muchas erudiciones cinematográficas, aprovechó el estreno europeo de su cinta para explicar su concepción del cine y homenajear, a su manera, a algunos colegas con los que se siente en el deber del agradecimiento. Primera lección: "Una película que no tenga secretos carece del más mínimo interés".

Vecchiali, que compareció junto a dos de los actores de "Les sept...", Ugo Broussot y Bruno Daveze, explicó los evidentes cambios en su amplia filmografía por la necesidad de no repetirse. Esta última cinta se aleja de "Le cancre", bendecida en Cannes, y en la que él mismo actúa junto a otro de los mitos del cine galo, Catherine Deneuve. Segunda lección: "Nunca repito una película que ya he hecho". Y un autorretrato de urgencia comprimido en una sola frase: "Soy ante todo un cinéfilo".

Confesó el autor de "Retour a Mayerling", "L'étrangleur" o "C'est l'amour", entre otras muchas, que también le gusta rendir homenajes, guiños cómplices con los que quiere mostrar agradecimiento a aquellos otros directores que le han aportado placer y apertura intelectual. La obra que presentó ayer en Gijón tiene inspiraciones, por ejemplo, de "The story of G. I. Joe", de William Kelman. Pero también de "Les carabiniers", de Jean-Luc Godard, o de ciertas piezas de Samuel Fuller. Vecchiali rechazó el término "teatral" aplicado a ese tipo de cine en el que la palabra adquiere un especial relieve. Un ejemplo: "En attendant les barbares", el filme del también francés Eugéne Green que compite asimismo en sección oficial. Tercera lección: "Cuando hay un micrófono y una cámara es cine". Y más: "Voy a contracorriente del cine francés, donde se usa el lenguaje de la calle, del metro, mientras que lo que me interesa a mí es un registro literario mezclado con momentos triviales".

Tanto Ugo Broussot como Bruno Daveze coincidieron en subrayar las peculiares cualidades de Vecchiali como director. "Trabajas en familia, con lo que te entregas, te dejas llevar", señaló el primero. "Está ahí desde el principio y hasta el final; sus guiones son ya muy sólidos y crea un ambiente de gran confianza", explicó Daveze. Y la apostilla del maestro, o sea, una cuarta lección: "El ochenta por ciento del trabajo de dirección de actores es la elección de los mismos; después viene la memorización, la entonación, el trabajo gestual...".

"Les sept..." despliega, a través de diálogos de factura lírica y en un prado, las historias de esos siete desertores de una guerra (cualquier guerra) de la que no pueden escapar. ¿Un alegato antibelicista? "Claramente, estoy en contra de las guerras. Participé en la Guerra de Argelia, pero sin armas; soy anarquista y uno de los personajes tiene bastante de mí", hizo resaltar. "En la película hay una actitud moral", añadió Vecchiali, a quien le gusta también deslizar suaves ironías. Y sexta lección: "Hacer cine sin reírse de uno mismo es como tomarse por algo así como Dios y yo, está claro, no soy Dios".