Indesmayable Maceo Parker. A sus 75 años, el gran saxofonista y cantante de Carolina del Norte, en Estados Unidos, sigue siendo una figura venerada (y escuchada) en los grandes festivales de jazz y funk a un lado y otro del Atlántico. Lo volvió a demostrar ayer en el teatro de la Laboral, con un patio de butacas lleno de público veterano y conocedor, en un concierto que se prolongó más de hora y media y que estuvo presidido por su enorme técnica y un talento que sigue pleno con los años.

Demostró su dominio del escenario, lo que le hizo conducirse en todo momento cómodo, natural, dialogando entre canciones, cómplice desde la maestría... y desde el inicio hizo Parker bandera del funk. Como hizo buena su filosofía, expresada en una declaración a LA NUEVA ESPAÑA recién llegado a Gijón, sólo unas horas antes de su cita musical: "Me encantan la vida, el amor y la gente". En la Laboral, demostró ese encantador encanto que tienen algunos grandes.

La ovación con la que le recibió el público ya dejaba claro que la noche iba a ser para la entrega a un lado y al otro del escenario. Acompañado de banda grande, con batería, bajo, guitarra, trombón y corista, nada lograba tapar la potencia de su saxo. Era el suyo un sonido limpio, bien definido, brillante y con mucho ataque, como mandan los cánones del funk, según los más expertos. De hecho, en varios momentos Maceo Parker quiso mostrar que "no tocamos jazz, somos gente de funk", arrancándose con pasajes jazzísticos para demostrar la diferencia de ritmos.

Para los aficionados al funky, el soul o el jazz en Maceo Parker hay un músico singular que ha sido parte muy importante de la historia de algunos de los más grandes: del carismático James Brown, a quien acompañó en los años sesenta, o el propio Prince, con quien actuó en 2007 en las recordadas "Veintiún noches". Y según iba transcurriendo la noche musical, la ovación entre canciones con la que le premiaba el público fue dando paso al desenfreno de palmas y los agradecimientos a pie firme, cuando no bailados, o paladeados en los momentos de balada.

Parker se condujo como lo que es, un solista prominente que, una vez independizado de James Brown a partir de 1970, ha mantenido un respetado escalafón entre los notables de la música negra. Y lo desmostró ayer en su comparecencia en el teatro de Laboral. El artista, maestro y referencia de varias generaciones, encarna seis décadas de fecunda y sostenida relación con la música y la creación al más alto nivel. Y para redondear la sesión en Gijón sólo le faltaron los bises.