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Los símbolos nunca se van del todo

Una forma de entender el fútbol y la vida se marcha con Nacho Cases

Nacho Cases se va del Sporting y ya nada será igual. El equipo pierde al centrocampista más creativo de los últimos años. El vestuario despide a un compañero muy querido, a un amigo que siempre ha sido un ejemplo intachable. Al sportinguismo se le va un símbolo, una forma de entender el fútbol, la vida y al propio Sporting. A Nacho Cases, el fútbol le enseñó que cumplir tus sueños (y los de cualquier niño sportinguista) puede no hacerte feliz.

Quizá a Miguel Torrecilla el mercado le ofrezca un sustituto de garantías para el césped; más difícil será reemplazar todo lo demás: los valores, el cariño, el orgullo de ser del Sporting y la educación que rezuma Nacho Cases por cada poro de su piel.

Algo se ha hecho mal en el Sporting, un club que presume de cantera, para que Nacho Cases tenga que irse a Chipre a buscar la felicidad. Ha fallado todo en la estructura de un club que tiene Mareo por bandera, pero que se lo pone muy difícil a los guajes. La lista es larga. Ni entrenadores, ni directivos, le dieron nunca el bastón de mando al único futbolista gijonés de la pasada plantilla. También la grada lo tuvo bajo sospecha y le exigió con una severidad, que no se aplicó a otros menos dotados y venidos de fuera.

Por más tristeza que deje su ausencia, quizá su marcha sea lo mejor, porque casi costaba reconocer en el Nacho Cases alicaído y triste del último curso, a aquel guaje sonriente que siempre fue. Como sucede con los buenos tipos, Nacho Cases aún no se ha ido y ya se echan de menos sus pases.

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