Oviedo, L. Á. VEGA

Los autores del asesinato de Tomás Huergo Suárez, el sierense tiroteado a la puerta de su casa de la colonia El Mirador de la ciudad de Puebla (México), en noviembre del año pasado, podrían tener ya un rostro. La Policía ministerial (una especie de Policía judicial) sospecha de dos delincuentes especializados en el atraco a personas que acababan de sacar su dinero del banco. Se trata del guatemalteco Luis Alberto Pérez Aldama, alias «El Chocho», de 29 años de edad, y del mexicano Cristian Alfredo Alonso Vega, alias «El Motorratón» o «El Alf», de 22 años, originario del Distrito Federal.

Ambos fueron detenidos en las inmediaciones de una sucursal de la entidad Bancomer, en Puebla. Los delincuentes iban armados con navajas y confesaron que estaban «cazando», esto es, al acecho, de alguna víctima. La Policía mexicana sospecha que los detenidos han podido obtener un botín de un millón de pesos con sus atracos, y ha exhortado a sus víctimas a que acudan a denunciarlos.

Las sospechas de la Policía tienen alguna base. Por un lado, Tomás Huergo fue asaltado a la puerta de su casa después de haber sacado del banco cierta cantidad de dinero. Uno de los detenidos, además, tiene cierto parecido con el retrato robot elaborado por la Procuraduría General de la República hace unos meses con el fin de dar con el autor del crimen.

No obstante, a los detenidos no se les ha encontrado la ranchera en la que, según los testigos presenciales del crimen, escapó el autor del disparo que mató a Tomás Huergo, el pasado 24 de noviembre. Los agentes les han encontrado un Volkswagen Jetta gris Oxford y una motocicleta.

Tomás Huergo, nacido en 1934 en Pola de siero, llevaba afincado en México desde los 18 años. Hijo del director del desaparecido Banco de Siero, el poleso trabajó para la empresa Casa Rugarcía en varios departamentos; en su última etapa, dedicado a la comercialización de vidrio.

Entre 1993 y 1997 presidió la Beneficencia Española, una institución dedicada a la ayuda de los emigrantes españoles en el país azteca. Luego se retiró de la presidencia de la entidad para dedicarse a la ganadería de cien vacas que tenía en Puebla. Huergo siempre se reivindicó como poleso y reunía a un buen número de sierenses en su casa de Puebla con motivo de las fiestas de Comadres. Nunca rompió su relación con la tierra que lo vio nacer y en la que tiene aún numerosos parientes.

El día del crimen había acudido a retirar cierta cantidad del banco. Se cree que sus asesinos siguieron sus pasos con el fin de arrebatárselo. No le dieron alcance hasta que ya se encontraba cerca de su casa. Hubo un forcejeo y se escuchó un disparo. Huergo cayó herido de muerte en el abdomen y fallecía más tarde en el Hospital, donde los intentos de los médicos por salvarle la vida resultaron baldíos.

Su muerte causó consternación a ambos lados del Atlántico, pero ahora puede hacerse justicia con este asturiano de la diáspora asesinado a la puerta de su casa. Por el momento sólo hay sospechas que aún no pueden convertirse en acusaciones formales.