Algo puede crearse y desaparecer en un solo instante, en un tierno abrir y cerrar de ojos. Lo que hoy parece eterno mañana se convierte en un mero recuerdo. Y sueña, ilusa el alma, que un cierto día ese recuerdo volverá a la realidad y lo que creía perdido volverá a vivir.

Son esos momentos de alegría, de confidencia y de sentimiento los que crean el vínculo al recuerdo por alguien. Ese alguien para el que siempre guardarás un rincón especial dentro de ti; bien ubicado y cuidado. Muchas veces, sobre todo en momentos difíciles, acudirás a ese rincón, a intentar conversar con ese recuerdo, a intentar que te ayude a solventar tu problema y encontrar el remedio certero que te proporcione el alivio buscado. Conversarás con él, te sincerarás y terminarás hallando la solución que anhelas.

Todos lo tenemos. Algunos con más recuerdos que otros. Casi todos relacionados con alguien que un día fue importante en tu vida. Quizá te ayudó a comprender mejor la vida o verla de una manera diferente, o quizás alguien que admiras y que admirarás aunque haya decido partir lejos, muy lejos, a una estación sin vía de acceso. Y los echarás de menos y ansiarás que después de abrir los ojos cada mañana estén ahí, sentados a tu vera dándote los buenos días con esa sonrisa que nunca has olvidado.

Siempre se van; pero, mientras todos sigamos teniendo esos recuerdos alojados en nuestros corazones, seguirán estando vivos en nuestra realidad; ayudándonos como cuando sentías el calor de sus manos, el susurro de sus consejos, la mirada de franqueza de sus ojos; así, siempre permanecerán vivos por siempre.