Un niño de la familia, 8 años, me enseña sus cuadernos escolares de cursos anteriores. Además de sus progresos desde los colorines y las letras torpes hacia un refinamiento me voy dando cuenta de un aspecto que me confirma algo que rumio hace tiempo. Los cuadernos están invariablemente infrautilizados. En algunos no se han rellenado más de ocho hojas y la media general, de todos sus años escolares, pongamos cuatro o cinco, no llega en su conjunto ni a la mitad. Hablo de un alumno de colegio público.

Esto me lleva a la olvidada indignación de septiembre, cuando la vuelta al cole colapsa las papelerías y descorazona a los padres que tienen que invertir un buen dinero cada año. He asistido como espectador a algunos de los últimos septiembres y me irrita la lista de deseos que los profesores imponen a las sacrificadas familias del mundo obrero. Goma de borrar marca ACME del número 4 bis, papel pautado transversal, lapiceros Patatín del calibre doble cero y libretas, muchas libretas. Además, claro, de los libros de texto no reutilizables y los trucos de las fichas de trabajo.

No hay que pertenecer a eso que ahora se llama comunidad escolar, basta con observar con juicio crítico para convencerse de que esto es un disparate. Hablamos de críos de 6, 7 años, ciertas pijadas con respecto a su material se alejan del sentido común y es un gravamen para las familias.

Hemos sido simpatizantes y hasta solidarios con las camisetas verdes del profesorado en estos años de precariedad laboral. Creo firmemente que la sociedad debe destinar más medios materiales, laborales y legales a la educación, pero parece que los profesores se desmarcan de su ciudadanía reenviando de vuelta una insolidaridad manifiesta. También ellos debieran colaborar. Basta con aplicar sentido económico a sus solicitudes de material escolar y no activar o colaborar con ese carnaval consumista de cada final de verano. La cultura de los tiempos actuales nos anima a la austeridad, la optimización de recursos, los reciclajes... ¿por qué no ponerlo en práctica con el ejemplo, con el día a día? Cambiar es una actitud. No parece lógico hacer luego un mural de colorines del aire limpio y los arbolitos cuando un chaval, al llegar al instituto, ha malgastado tres toneladas de papel en cuadernos sin uso o tiene en las estanterías docenas de lapiceros apenas estrenados. No me dirijo a las autoridades, esos que viven aislados del mundo real. Lo hago a los profesores, personas comunes que sin duda merecen mucho más apoyo general del que tienen. En sus manos recaen ciertas decisiones y sería de agradecer que mostraran que ellos también pertenecen a este mundo, y dentro de él, a la clase trabajadora.