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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Confesión, indulgencia y duelo

En 2010, la Oficina de las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco recibió una propuesta de unos cuantos presos de ETA. Solicitaban encontrarse con sus víctimas, ahora que habían renunciado a la lucha armada y se manifestaban disidentes de la línea política de la organización a la que habían pertenecido. El programa, en principio confidencial, fue conocido un año después. Cuatro asesinos se encontraron con sus víctimas. ¿Qué perseguía el proyecto? No eran beneficios penitenciarios (no los hubo), tampoco fue una consumación de la venganza. Las informaciones que fueron desvelándose a medida que el proyecto se desarrollaba encaminaban la respuesta hacia una extraña mezcla entre búsqueda de indulgencia (por el etarra) y necesidad de cerrar el duelo (por parte de la víctima).

Todo esto lo ha llevado a escena la compañía "Proyecto 43-2", que antes de anoche representó en la sala Club del Niemeyer "La mirada del otro", de María San Miguel y Chani Martín, un drama acongojante sobre la culpa, el perdón y el duelo por la pérdida de la cercanía capaz de hacer un nudo en la garganta que ni lágrimas ni pistolas pueden deshacer.

Chani Martín, que también dirige la función, escribe en el programa de mano que "La mirada del otro" "no es una obra documental". Según su criterio, su espectáculo "habla sobre la íntima lucha del individuo para superar lo insuperable: colocar los ojos frente a los ojos del otro para, a través de la palabra, poder cambiar de sitio al dolor". Y, sin embargo, una cosa no quita la otra. "La mirada del otro" es teatro épico, teatro documental y también de tesis: "Señorita, las cosas se cambian hablando". Y es todo esto y es también un drama continuado. El luto es una costumbre cortada de un tajo. El duelo es el deseo de vivir la costumbre y la conciencia de su imposibilidad. Encontrar al culpable de haber dado el tajo es devolver el deseo congelado al corazón de las tinieblas. De eso habla "La mirada del otro" (no confundir con homónima y premiadísima novela de Fernando Delgado) y todo esto lo escuchan los espectadores atornillados a sus sillas, con ojos marchitos y catárticos del todo. "Estíbaliz, eres una valiente", recuerda en un momento y entre lágrimas la víctima del terrorista (María San Miguel).

"La mirada del otro" es teatro tan real que encoge el alma del espectador. Y esto sólo lo consiguen los dos protagonistas principales. Pablo Rodríguez compone un asesino en busca de redención y de paz y el espectador, con ese nudo sobre el nudo en la garganta, le da la redención y le invita a participar de ella. Ruth Cabeza interpreta a la mediadora, un personaje que es una especie de ente brechtiano que pone chinas al espectador que busca su reflejo sobre las tablas. "La mirada del otro" es un espectáculo casi perfecto que salió a hombros del público que se juntó en los bajos del auditorio del Niemeyer. La congoja de la pérdida (todos hemos perdido) se suma a la congoja del por qué y esta mezcla causa el temblor más insospechado. Queremos más teatro de verdad porque así uno piensa mejor.

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