Muy lamentablemente, en los últimos años se han generado fuertes desavenencias internas en la Policía Local fomentadas en buena parte por una cúpula sindical, con intereses fraudulentos y no explicados, pero con el único fin de obtener la decapitación laboral y personal de quien ahora ostenta provisionalmente la jefatura del servicio. Pero también, en otra porción no menor, provocada por la dejadez de los gobiernos municipales, que de forma inexplicable han adoptado el papel de mero espectador sin que se pusiesen los medios o las medidas necesarias para evitar lo que, posiblemente, hubiera sido evitable.
La cuestión no es baladí. No lo hemos hecho antes y tampoco se trata aquí de adoptar una posición a favor o en contra de ganadores o perdedores. Sobre quienes son unos y quienes son otros parece que los juzgados lo han dejado claro. Se trata de que estos hechos no se repitan, de que la función sindical se deba únicamente a defender los derechos de nuestros compañeros y compañeras, a buscar una mejora constante en la prestación de servicios desde lo público o, si se quiere, a perseguir mejoras de cualquier índole laboral. Otras cuestiones no son de recibo y quienes generan un daño debieran, al menos, pedir perdón. En los últimos años hemos escuchado demasiadas veces la palabra acosador pronunciada en vano, dando por seguros unos hechos que los tribunales han dicho ahora que eran inciertos. Eso nada tenía que ver con la posible necesidad de mejorar el clima laboral, lo que sería obligación general y para lo que todos deberían -deberíamos- aportar nuestro grano de arena.
También se trata de que los gobiernos responsables que tienen bajo su mando a plantillas, que se conforman obviamente con personas, abandonen la política del tira que libras o aquella otra de que "si tien arreglu, se arreglará y si nun lu tien, arregláu ta". A los gobiernos no les eligen para pasar rodillos, pero tampoco para esperar a que otros resuelvan los problemas en su lugar ni para esperar a que se resuelvan por sí solos, con la política del avestruz por bandera. Máxime cuando en ese gobierno han ostentado responsabilidades, en materia de personal y de policía, dos concejales con larga trayectoria sindical, por lo que en ellos se debiera suponer la voluntad y experiencia necesarias para mejorar la convivencia laboral o, al menos, para no estropearla más.
No tiene sentido, ni sería oportuno ni constructivo, recrearse en las sombras de todo lo acontecido, pero también resulta llamativo el amplio silencio que hubo al respecto, tanto político como de muchos sindicatos, si es que alguno de estos últimos existe más allá de figurar cuando los problemas terminan. ¿Por desconocimiento, quizás?? Mirándolo bien es posible que tanta reserva demuestre caución o cautela, pero tampoco aporta nada a la resolución de los conflictos. Al igual que tampoco contribuyen en nada bueno quienes eligen la siembra de porquería como herramienta para su labor sindical o política, porque además corren el riesgo de que el viento les devuelva parte de lo sembrado a su propio campo. Otros, en cambio, han practicado su juego miserable y habitual, el de decir una cosa y la contraria en función del oyente.
La cuestión es que se han provocado daños importantes, algunos de imagen, tanto a nivel individual como colectivo, que se deben reparar en tanto que, en líneas generales, se trata de un servicio que se presta de forma profesional, con muchos más aciertos que errores en su palmarés. En cualquier caso, se debe dar por concluido un largo proceso y efectuar las reflexiones obligadas para unos y para otros. Por cierto, ¿qué opinan al respecto de lo acontecido los nuevos delegados de prevención del comité de seguridad y salud y otras voces calladas? ¿Ya tienen claro si se puede hacer algo para mejorar la convivencia o cuáles son las causas del mal clima laboral en la Policía Local? ¿Y en la de otros servicios? Y si se realizase la evaluación de riesgos psicosociales en otras áreas, largamente demandada, y se obtuviesen resultados similares; ¿habría que hacer algo??
