Ponerle números a la comarca en esta recta final del año es misión imposible si hacemos caso a las teorías que ven la economía como un estado de ánimo. De un lado, las calles rebosan potenciales clientes con bolsas, hacerse con una silla en muchas terrazas y restaurantes es cuestión de suerte y los eventos para animar el gasto, como la feria de turrones o la que organiza la Cámara de Comercio en La Magdalena, tienen superávit de curiosos con cartera en mano. De otro, Saint-Gobain anuncia un ajuste de dos millones en su factoría de La Maruca, la fusión de Du Pont con Dow pasa por un recorte del diez por ciento de su plantilla mundial y los trabajadores de Alcoa sospechan que la compañía avanza hacia la venta o el cierre de su planta de San Balandrán. Esta ambivalencia da a entender que se equivocan tanto los que pregonan una imparable recuperación como los que niegan con tozudez cualquier avance. La mejor respuesta está en el bolsillo de cada uno.
