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Corriente alterna

El rencor como sistema político

El freno al progreso que conlleva el revanchismo imperante

Hace ya bastantes años que TVE hizo una magnífica entrevista al eminente filósofo Julián Marías; en ella se insistía sobre opiniones vertidas por éste en una "tercera" de "ABC", cuyo tema central era hablar del futuro del socialismo, tras la caída del Muro de Berlín.

Decía don Julián que el socialismo, tal como había sido ideado y planteado por sus apóstoles decimonónicos, ya no tenía sentido en el mundo moderno, toda vez que la propia "derecha" había asumido y puesto en práctica la mayor parte de sus ideales, tales como la Seguridad Social, el sistema de pensiones, la gratuidad de la enseñanza o la separación de la Iglesia y el Estado.

Todo esto, trasladado e incardinado en el sistema político liberal-democrático, permitía una perfecta convivencia entre las distintas ideologías moderadas, que legítimamente se disputaban el poder, mediante el libre concurso de elecciones periódicas, en las cuales a través de los correspondientes programas se ofrecían al pueblo soluciones o intenciones tendentes a mejorar niveles de vida y de bienestar social.

En Europa, esto ya era una realidad desde casi el final de la Segunda Guerra Mundial y en España no tenía por qué ser distinto, una vez desaparecido el llamado Régimen del 18 de Julio y del eminente ejemplo de civismo y de cordura con el que las diversas fuerzas políticas españolas realizaron la modélica transición a la democracia. Y por ese camino de entendimiento y de auténtico progreso fue nuestro país, hasta que a alguien se le ocurrió, mediante una desgraciada e inoportuna ley, revivir y volver a enconar sentimientos de revancha guerracivilista, cuando prácticamente ya no quedaba casi nadie en España que hubiera vivido aquel desgraciado episodio, el cual, en bien de todos, es mejor dejar olvidado y pensar en el futuro común, en vez de revivir odios y rencores que no traerán más que nuevas desgracias y nuevos enfrentamientos carentes de sentido.

Pero parece que a ciertos partidos políticos les interesa mucho avivar esos odios, para que mediante ellos se radicalicen las opiniones y se fijen más a sus posiciones beligerantes los que han de votarles. Lo verdaderamente positivo, en vez de tan estúpida demagogia, sería ilusionarles con proyectos de verdadero progreso, progreso que nada tiene que ver con el "progresismo" del que hacen gala y que la mayor parte de las veces no es más que revanchismo, regresión y miseria.

Y no le demos más vueltas, esta es la auténtica razón de no poner en común esfuerzos y voluntades para sacar a España del desgraciado impás en el que estamos y que podría verse bien solucionado con buena voluntad, lealtad y verdadero amor a la patria, en vez de lo cual, unos buscan romperla en mil pedazos y otros reavivar los odios que ya estaban prácticamente olvidados.

Esta actitud se parece, como dos gotas de agua, al espíritu miserable de aquella aldea ya casi felizmente desaparecida, en la que los odios duran y se mantienen por generaciones y en el que la venganza y el rencor toman proporciones de auténtica religión civil.

En suma: es tan absurdo seguir este camino de enfrentamiento y de resentimiento como sería el revivir nuevamente el espíritu de odio a Francia por la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia. Al fin y al cabo entre aquella y la del 36, no hay más que una cuestión de años?

Ya de muchos años y, verdaderamente, como dice el poeta Manuel Alcántara: "Lo mejor del recuerdo es el olvido".

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