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Cronista oficial de Avilés

Adiós, querido amigo

Despedida al historiador Ignacio Ruiz de la Peña

El pasado martes 10 de mayo se apagó la voz que durante muchos años ha sido referente de la Historia medieval de Asturias y del asturianismo en general, Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar. Tal vez alguno de vosotros se pregunte el porqué de este adiós avilesino, y ese porqué resulta clarísimo, ya que la relación de Nacho -así le gustaba que le llamáramos los amigos- con Avilés fue larga y, además, muy fructífera.

Antes de conocer a Nacho en persona, dada mi residencia de veinte años en Sevilla, lo conocí a través de sus obras; y la primera que cayó en mis manos fue el magnífico artículo que publicó en colaboración con su mujer Isabel González sobre la economía salinera y el puerto de Avilés (1972). A partir de aquel momento, nuestra villa estuvo permanentemente en su memoria y en sus trabajos. Él, jurista e historiador, supo sacar el jugo a nuestro fuero en sus múltiples participaciones sobre los fueros de las villas costeras del noroeste de la Península Ibérica. Él, entusiasta de los estudios sobre el mercado medieval, supo situar al puerto de Avilés en su lugar preeminente durante mucho tiempo entre los de la costa cantábrica. Él fue, junto a Miguel Calleja y a mí misma, muñidor y coordinador del congreso sobre "Los fueros de Avilés y su época" que, en octubre de 2010, congregó en el palacio de Valdecarzana a los mejores especialistas en el tema y que confirmó a nuestro fuero como el más antiguo de los conocidos para la costa norteña española; congreso en el que pronunció la lección inaugural. Él por fin, dictó, sin saberlo, su última gran conferencia magistral en Asturias bajo la cúpula del Niemeyer, en el ciclo que acompañó a la exposición "Portus", el pasado 21 de octubre, bajo el título "El primer puerto del reino: el comercio marítimo en Avilés en la Edad Media".

Ahora, desgraciadamente, se ha callado su voz. Nuestro Ayuntamiento de la ciudad ha hecho presente a su familia las condolencias de toda la villa. En nuestras manos y en nuestro recuerdo queda la posibilidad de que su labor por Avilés, el placer que sentía compartiendo con sus amigos -que dicho sea de paso eran y seguimos siendo muchos y de muy variado pelaje- unos culinos de sidra y una animada conversación.

Así que, adiós, querido amigo, ya no estás físicamente entre nosotros, pero siempre tendrás en Avilés tu lugar de memoria.

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