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Duatlón

Avilés, invadida por una legión de deportistas

Desde principios de semana comenzaron a llegar. Cada día que pasaba eran más numerosos. Se les veía deambular por las calles y sentarse por las terrazas de los bares. Era frecuente ver la infrecuente escena de algún ciclista salir de algún hotel con los atavíos propios de esa especialidad deportiva. Nunca se había visto a Avilés tan poblado de bárbaros, pero no salvajes.

La milenaria villa avilesina acoge este fin de semana el Campeonato del Mundo de Duatlón, que es una disciplina deportiva que para muchos era algo de lo que no tenían ni pajolera idea. Lo del triatlón es más conocido y la mayoría de la gente lo asocia a una carrera que parte se hace a nado, otra parte hay que transitarla en bicicleta y la tercera se corre a pie. Pero eso de duatlón ya suena más raro y durante algún tiempo confundió a no pocos. Alguna porfía se ha escuchado estos días previos sobre el número de pruebas que lo componían. Los más avisados decían que dos, no tanto por la lógica de que se llamara duatlón, sino porque lo decía la prensa. "Mira, hombre, mira", podía oírse decir al enterado, mientras hojeaba el periódico en busca de la página en que se incluía alguna noticia sobre el evento para enseñársela al contertulio obcecado, que se empeñaba en saber dónde iban a nadar. "¡Ah!"

Los duatletas lo han llenado todo ofreciendo grandes sorpresas. Uno se imaginaba que serían como estatuas de Fidias vivientes. Alguno de estos hay, pero también provectos, chaparros, pícnicos, con bandullo y con pies planos. Esta visión da mucho ánimo, al saber que, para dedicarse a esos esforzados ejercicios, no es necesario que uno sea un dios epifanio ni haber nacido como un héroe del capricho voluptuoso de algún habitante del Olimpo. Basta con comprarse una bici y tener el tesón de subirse a ella y de correr, soportando agujetas y otras mataduras corporales, hasta obtener la satisfacción adictiva de la dopamina y de saberse capaz de vencer al tiempo.

No ha habido obstáculos para el entendimiento con los numerosos participantes en el acontecimiento deportivo y sus acompañantes. Las ganas de entenderse, la imaginación y la expresividad han suplido con creces el desconocimiento casi perfecto de cualquier idioma extranjero y, en no pocos casos, incluso del propio. No hubo ningún problema cuando un rubicundo, acompañado de señora entrada en carnes, pidió en la terraza de una cafetería "sidro". El camarero serrano no vaciló un segundo: "Aquí, sidra, no". Fue perfectamente entendido y el sujeto cambió la comanda por "servesa nasional". El camarero afirmó con un movimiento de cabeza hacia abajo, preguntando si la quería grande o pequeña, acompañando la frase con unas expresivas posiciones de las manos, con las palmas de la izquierda hacia arriba y de la derecha hacia abajo, separando ambas primero a una determinada altura y luego a menos. El cliente devolvió la expresión corporal en la primera posición, mientras decía: "Granda". La siguiente pregunta fue si lo que querían eran dos cervezas, extendiendo los dedos índice y corazón de la mano derecha y señalando a ambos clientes. "No, coffee", dijo la vikinga, lo que obligó al camarero a preguntar: "¿Leche?". Ante la cara de estupefacción de la pareja, se atrevió a traducir: "¿Mil?" Las caras de los clientes transmitieron un enorme alivio y sonrientes respondieron al unísono: "Yes, milk!". Preguntar si lo querría con leche o cortado se simplificó con el tamaño y, mientras volvía a repetir si grande o pequeño, figuraba el tamaño de las tazas con los dedos índice y pulgar de la mano derecha. La señora hizo el gesto de la taza pequeña y concluyó con bien la fecunda conversación.

El duatlón ha demostrado que Avilés está debidamente preparada para recibir a gentes de hasta las antípodas. Aquí hablamos una lengua universal.

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