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Concejal de Cultura de Gozón

La antigua riqueza forestal gozoniega

Años de explotación maderera sin contrapartida de reforestación acabaron con las carbayedas

Con motivo del Día mundial del Medio Ambiente, el Ayuntamiento de Gozón promovió, en colaboración con la comunidad educativa, la plantación simbólica de robles y castaños en los comunales del concejo, rememorando una antigua práctica que se remonta al año 1686 cuando, en acuerdo municipal, se decidió que cada vecino plantase anualmente cuatro árboles de una u otra especie.

En Gozón era costumbre que los plantíos en los terrenos del común y las siembras en los viveros se hicieran recurriendo a la sextaferia. Las sucesivas ordenanzas tratarían en vano de evitar la desaparición del bosque plantando cada vecino un determinado número de árboles.

A mediados del siglo XVIII, el monte maderable de robles, castaños y pinos comprendía unas 114 hectáreas (el 8,2 por ciento de la superficie forestal), extendiéndose sobre todo por los terrenos del común del concejo. En las parroquias costeras, donde la entresaca para los Reales Arsenales presentaba menores dificultades, predominaban los "montes pelados" ocupados por matorral, dejando de llevarse los cerdos a la montanera por la falta de robles y castaños. En las parroquias del interior, de peor acceso, el monte alto de robles comprendía unas 27 hectáreas, localizándose fundamentalmente en los montes nacionales del Robledal del Rey (Manzaneda), El Palomo (Santiago de Ambiedes) y Las Campas (San Pedro Navarro).

Además de para las Reales Fábricas, la madera era destinada, entre otros usos, para la construcción de las casas, las fraguas, los caleros y para la elaboración de los aperos de labranza.

En 1779, el plantío anual era de tres robles por vecino pero, según el personero del común, tan solo una centésima parte de los robles prendían dada la mala calidad de los suelos de los viveros, pidiendo que los robles de cría se limpiasen y cuidasen donde los hubiese.

Sorprende, no obstante, que a comienzos del siglo XIX se experimentase la presencia de lobos en el concejo, nombrándose en 1814 un montero mayor para organizar batidas, lo que da idea de la importancia que todavía conservaba el bosque. Las entresacas de roble estarán sometidas por las autoridades a severas restricciones, autorizándose solamente para la construcción de pórticos de las iglesias y reparación de puentes, con la expresa obligación de plantar el doble de los extraídos.

La deforestación proseguirá en los años siguientes, de modo que en el año 1844 no había más arbolado que un pinar en la parroquia de San Pedro Navarro y un monte de robles y castaños en la de Manzaneda, siendo imposible la siembra de bellota en los viveros por carecer de robledales en el concejo, repoblándose los montes con pinos. Se encomendará a los alcaldes pedáneos que se acondicionen los viveros de las parroquias, habiendo éstos de estar bien cerrados para que no entrasen los animales y evitar los hurtos y cortas de los árboles.

A lo largo de la segunda mitad del XIX tanto los montes comunales como los viveros nacionales serán desamortizados o acotados por los vecinos, roturándolos, dejando estos espacios de estar sometidos a sujeciones colectivas, lo que acelerará la desaparición del bosque atlántico.

La madera de los pinos se destinará a los aserraderos y al posteo de las minas y tendidos de telégrafos, aprovechándose las piñas para el consumo propio, y la leña para el carboneo.

En los años cuarenta del pasado siglo, los pinares fueron reemplazados por los eucaliptos, que es hoy día la especie dominante en el concejo.

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