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Llueve sobre Mariano

Sobre el resultado de las elecciones generales

Una semana lloviendo remueve a uno por dentro. Y ya, si es en julio, sospechas que no te librarás de una depresión de caballo ni aunque que te metas de todo, incluso supositorios. No lloras porque para eso ya está el cielo reflejando tu estado de ánimo, pero te invade un sentimiento de desesperación e impotencia que temes ponerte a relinchar como un loco, en cuanto te dejen solo.

En esas estaba cuando me puse a escribir este artículo. De modo que pueden imaginar el ánimo para seguir escribiendo sobre la política y los políticos. Sobre eso de que van a intentar, de nuevo, llegar a un acuerdo para que no tengamos que volver a votar en septiembre y se forme gobierno en base al voto mayoritario de quienes han preferido corrupto en mano antes que honrado volando.

Ya sé que las personas que votaron al partido ganador dirán que su voto no significa que respalden la corrupción. Les creo, pero los corruptos no lo han entendido así. Unos se han apresurado a manifestar que se sienten legitimados y otros, imagino que bastantes, sonríen y se frotan las manos, felices de que la corrupción se haya democratizado. Es decir que, por la gracia del voto, haya dejado de ser una contaminación apestosa y se haya convertido en atmósfera imprescindible para la buena marcha del negocio.

Podríamos apelar a la disculpa del miedo o que votamos en verano, pero la realidad obliga a reconocer que hay una mayoría social que está contenta de que las cosas estén como están y no ve necesario que tenga que haber un cambio. Fueron casi ocho millones, los electores que se pronunciaron a favor de que todo siga como está. El resultado es incuestionable, pero que uno lo acate no significa que tenga que admitir que ocho millones de votos hacen respetables a personas que no lo son.

Ni ocho ni dieciocho. Además, si les soy sincero, si les digo lo que pienso, no me cabe otra que confesar que estoy convencido de que los electores se equivocaron. Intentaré explicarlo porque habrá quien se eche las manos a la cabeza y me ponga de vuelta y media. No estoy diciendo que cuestiono el resultado de las urnas y no acepto que los electores voten lo que quieran. Faltaría más. Pero de eso a sostener, a ojos cerrados, que el pueblo es sabio y nunca se equivoca, atribuyendo a los resultados electorales unas virtudes mágicas que no tienen, va un trecho. No comparto la idea de salvarle la cara a la gente y decir que nunca es responsable de nada de lo que nos sucede. El pueblo por supuesto que es soberano pero lo de sabio deberíamos ponerlo en cuestión. Hay datos objetivos y evidencias históricas que demuestran lo contrario. Lo que ocurre es que, a veces, blanqueamos sus errores echándole la culpa a los elegidos en vez de a los electores.

Todo esto que digo, referido al resultado de las pasadas elecciones, nadie lo pondría en cuestión si estuviéramos hablando, pongan por caso, de las elecciones donde salieron elegidos Hugo Chávez o Maduro. Si el pueblo se equivocó entonces, también pudo equivocarse ahora. Así que lo dicho, llueve sobre mojado. Lo que vale para otros también vale para nosotros. Recuerden lo que dijo George Orwell: "Un pueblo que elige corruptos, impostores y ladrones, no es víctima, es cómplice".

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