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El dolor de los demás

La pintura, la instalación, la fotografía, el collage, la escultura... forman parte de los distintos medios que utiliza María Peña Coto (Oviedo, 1989) para plantearse el papel de la artista en la sociedad, pero sin renunciar ni a la materialidad ni a los soportes y otorgando una importancia al proceso como forma de pensar, de estar en el mundo. Esta artista licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, máster en Cooperación y Desarrollo por la misma Universidad, beca del Banco de Santander en la Universidad de Arte y Comunicación en Sao Paulo en Brasil, seleccionada en la Muestra de Artes Plástica del Principado de Asturias (2016), ha expuesto en las muestras colectivas celebradas en la sala Borrón, Museo de Arte Contemporáneo Shangyuan en Pekín y la galería Greenpoint en Nueva York, por citar algunas muestras. Su obra se encuentra relacionada con sus viajes por todo el mundo -Balí, Pekín, Lisboa, Kalimantan, Sao Paulo-, ciudades que le han servido para trazar un itinerario vital, crítico y feminista, comprometido con las luchas y los retos globales, un relato muy vinculado a una estética pictórica, a las técnicas de las primeras vanguardias como el "collage" o los ensamblajes realizados con material reciclado, que se convierten en artefactos de denuncia, herramientas sociales, dispositivos que narran historias de mujeres, de chabolismo, del turismo imponiendo su mirada dictatorial, de los inmigrantes y emigrantes, de la desigualdad y la destrucción de la naturaleza.

Bajo el título "Clandestinas" se reúnen varios paisajes urbanos, con un fuerte y llamativos cromatismo, edificios con paredes llenos de pintadas de amor y de protesta, de los que surgen imágenes como la máscara de "Anonymous" y se visualizan las fronteras que marca el urbanismo como un muro que separa la favela brasileña de la zona financiera, en un desacato de la mirada, en una experiencia del perímetro. Un segundo o tercer mundo no muy alejado de algunos barrios de las grandes urbes de nuestro país donde cualquier lucha social se diluye en la lucha por la supervivencia y cualquier atisbo de conciencia de clase termina llenando el cubo de la basura. Pero la artista continúa con su relato, un gran acrílico sobre tela que muestra la difícil postura de un grupo humano multirracial jugando al "twisted world", unas esculturas que nos hablan de la precariedad de las construcciones, un archivo de mujeres anónimas que luchan por la igualdad. Están lo marginal y el desecho, un montón de zapatos sucios y destrozados amontonados formando un momento escultórico, cuadros a los que les faltan trozos de tela compartida con los amigos, quedando su ausencia, y paisajes alejados del paisajismo para excursionistas.

No debemos admitir que se normalice la miseria ni convertir sus imágenes en una estética de la cotidianeidad satisfaciendo el deseo voyerista. Aún no es demasiado tarde, como piensa María Peña, para sentir en el arte el dolor de los demás.

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