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La ideología del sistema (el poder de mammón)

En el Sermón de la Montaña, dijo Jesús: "Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a mammón (las riquezas) (Mt., 6,24) ,

Un célebre ingeniero alemán, G. Feder, dedicado a asuntos económicos, en 1918, año de la gripe letal y del final de la primera contienda mundial, en su famoso "Manifiesto contra la usura y la servidumbre del interés del dinero", escribió: "El mammonismo es la grave enfermedad que todo lo alcanza e invade, de la cual padece nuestro actual mundo civilizado y, más aún, toda la humanidad. Es una epidemia devastadora, como un veneno corrosivo, que ha hecho presa en todos los pueblos de la tierra. Por mammonismo ha de entenderse el poder mundial del dinero, la potencia financiera supraestatal reinante por sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos... el ansia de lucro insaciable, una concepción de la vida orientada exclusivamente a los valores materiales, que ha conducido y continuará conduciendo a una alarmante caída de todas las normas morales".

La ausencia de principios espirituales, creciente adoración al becerro de oro, una visión de la existencia basada en 1o tangible y material, el desapego de los valores culturales, el arraigo enfermizo en la fría razón y el discurso anquilosado, el apoyo irreflexivo e incontrolable de las nuevas tecnologías, el desprecio a la edad madura, la manipulación de la juventud incipiente, la práctica de un hedonismo deshumanizado, el falso discurso, la mentira institucional, el dominio de lo mediocre, la apoteosis de lo vulgar y la muerte de la tradición son los principales síntomas de la ideología de los tiempos modernos. Ya no hay ningún motivo para creer; el respeto está anticuado, la buena educación es sospechosa, brilla por su olvido y a quien es independiente se le mira con recelo e inquietud, cuando no se le persigue abiertamente; el que piensa es un enemigo peligroso. Cuanto menos amor exista en el mundo será mucho más sencillo llevar los postulados de las nuevas generaciones hacia una realidad aséptica, insensible e informe, exenta de normas eternas, donde los dogmas dejan de serlo para servir intereses financieros y el enriquecimiento de una exigua minoría. Aunque se explicara de forma nítida y contundente lo que está pasando, muy pocos lo creerían: la mayoría prefiere la ignorancia a enfrentarse a la verdad. El discurso de valores dominante ha entrado de forma tan contundente en el código genético del cibernauta que niega, aunque no entienda, toda certeza que no entre en el restringido campo de acción de lo admitido y legalmente aceptable. La voz del sistema es la única que vale; el resto forma parte de la leyenda urbana, la conspiración paranoide o es fruto de una mente que no mide. Se vive al revés; lo bajo está en lo alto y lo que no vale dirige a la mayoría.

Quienes en su día editaron o se beneficiaron de un folleto aparecido a finales del siglo XIX, que explica, de forma pormenorizada y magistral, cuales serían las circunstancias sociales y económicas que deberían darse para el triunfo definitivo de un gobierno mundial en la sombra, sabían bien lo que decían, Las cosas no existen porque se digan, sino porque son en su esencia; aunque se negara la música de Haydn, cada vez que suena el himno alemán oímos su melodía. Hay que estar preparados para captar el sonido que no se oye: tenemos que abrir bien los ojos para que nadie nos crea lo que no somos y no ser cómplices involuntarios de una manipulación cósmica a escala global. Cuando se saben ciertas cosas y crece el poder de la intuición, cada hecho histórico que sucede habla por si solo de su futura mirada. ¿Dónde están las responsabilidades jurídicas de quienes, sabiendo la mentira que proclamaron, mandaron a la muerte a cientos de personas inocentes por unas armas inexistentes de destrucción masiva? El capricho personal del referéndum de Cameron y sus estragos financieros en millones de honrados ahorradores, ¿hasta dónde alcanza? ¿Por qué las arbitrarias decisiones de los políticos que sirven intereses supraestatales quedan sin penalidad alguna? ¿Qué está pasando en el mundo mal llamado civilizado? ¿Dónde anidan las fuerzas morales que otrora se levantaron orgullosas para atajar cualquier incipiente atisbo de abuso y autoridad? En la tibieza del alma y en la negación de Dios los amigos de mammóm adquieren su máxima pujanza. Cuando el poder del dinero está por encima de las conciencias el individuo no sabe lo que hace; cuando el miedo a perder se impone por encima de la libertad interior, los Estados no son soberanos, los pueblos viven esclavos y el mundo va a la deriva. Hoy día gobierna cualquiera, pero los que mandan son siempre los mismos.

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