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Vita brevis

Ya se hablan

Los primeros contactos entre el presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, y Mariano Rajoy

Los largos tiempos en que imperaba la tautología del "no es no" se han acabado. No habrá más reuniones prescindibles. Los teléfonos vuelven a descolgarse. Poco a poco se van tranquilizando los tertulianos varios, que estaban ya al borde de un ataque de nervios. Costó Dios y ayuda, pero llegó, gracias a Dios.

Los amigos lectores que anden ya por edades provectas recordarán aquellas épocas, ya antiguas, de cuando gobernaba el "felipismo", que era como una socialdemocracia por sevillanas. "Vamos a la caseta / a comernos un pollo, / un plato de aceitunas / y cuatro bollos. / Qué pena la mía; / el pollo va volando / pa Punta Umbría". Por entonces Felipe González Márquez era el todopoderoso mandarín del socialismo español. Sus ministros y otros beneficiados del despachito oficial, cuando hablaban entre ellos, se referían a él como Dios.

Después de que Aznar y su ridículo bigotito le arrebataran el poder con su "váyase señor González", Felipe se marchó de su corazón a sus asuntos. Sólo muy de vez en cuando salía a los medios como un profeta bíblico con crípticas admoniciones, que daban lugar a interpretaciones diversas a gusto del consumidor. Lo hacía así para no entrometerse en lo cotidiano, porque decía que los expresidentes eran como jarrones chinos, muy apreciados pero que siempre estorbaban en el salón.

Los jovenzuelos que últimamente se habían hecho con las riendas del socialismo patrio creían que el jarrón ya estaba guardado y olvidado en el desván, cubierto de telarañas. Así lo debió pensar equivocadamente César Luena, pese a que era el Maquiavelo de Bobadilla y ejercía de Rasputín en Ferraz. En ese error indujo a Pedro Sánchez, que fácilmente cayó en él por su obsesión de meter un triple en la canasta. El inocente Sánchez habló con el oráculo de Felipe "Dios" González y, según parece, le dijo que iba a votar que no a Rajoy de primeras, pero que en segundas nupcias se abstendría.

Así que González escribió una jeremiada en apoyo de la jugada del muchacho, que quedó así bendecida en la verdad. Ya saben que Sánchez no cumplió con lo prometido en el confesionario y Dios bramó desde las alturas, obligado a una nueva epifanía. El final es conocido. "Me siento engañado" fue la consigna trasmitida por Felipe en propia carne mortal, como la emisión de la canción "Grândola, Vila Morena" por Radio Renascença fue la señal para el arranque de las tropas que inició la revolución portuguesa de los claveles rojos. Los fieles felipistas tomaron Ferraz y expulsaron al blasfemo y a sus compinches, como los comunistas chinos hicieron con la Banda de los Cuatro tras la muerte de Mao. A quién en sus cabales se le ocurre engañar a Dios.

Tiene su aquello que hayan nombrado para dirigir la Comisión Gestora socialista a nuestro Javier Fernández, que ya me dirán lo que gestiona aquí. También parece en principio chocante que sea el silente Fernández quien haya sido encargado de volver a hablar con Rajoy, que siempre depende. Pero resulta que ya se ha iniciado el diálogo. Conociendo algo a ambos personajes es difícil imaginar qué hayan podido decirse.

-Hombre, Javier. Y ¿cómo te va?, pudo saludar galaicamente Mariano Rajoy.

-Bueno, aquí estoy para negociar todos los días, tal vez respondió Fernández de forma pausada y en su habitual tono bajo y monótono.

-Pues haz lo que consideres oportuno y conveniente, ¿o no?, diría Rajoy.

Javier Fernández confirmaría con una ligera inclinación oblicua de la cabeza y una sonrisa mohína. Mariano Rajoy se supone que también esbozaría una sonrisa entre su prognatismo barbado. Se ve que esta cosa de hablar promete.

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