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Concejal de Somos | en Avilés

Con faldas y a lo loco

La investidura de Rajoy con los ojos de Billy Wilder

Para no ser reconocido en su auténtico ser se puso una peluca, se vistió con falda, se calzó unos tacones y cambió su tono de voz forzándolo para parecer lo que no era. Entonces empezó a decir cosas que sonaban muy extrañas al salir de su boca: "Me preocupa el bienestar de las personas más humildes y que peor están pasando la crisis", "necesitamos un sistema fiscal más justo", "que paguen menos los que menos tienen", y otras frases curiosas. Defendió la limitación del salario de los banqueros, asumió la ley del aborto y la del matrimonio homosexual e incluso lloró públicamente cuando fue traicionado y algunos compañeros cayeron en el pecado de la corrupción.

Al no reconocer su verdadero ser, El Otro se le acercó, atraído por sus encantos, por su voz en falsete y su falsa melena rubia, por lo que decía y por la manera en que lo decía. El Otro también había cambiado, El Otro también era ambiguo. Decía "no debemos penalizar fiscalmente a la gran industria porque es generadora de empleo", decía "la externalización de servicios mejora la calidad del servicio", decía "no importa si la empresa es pública o privada, lo importante es la eficiencia". Defendió el retraso de la edad de jubilación, defendió la reducción del salario de los empleados públicos e incluso lloró cuando fue traicionado y algunos compañeros cayeron en el vicio de la corrupción.

Aunque rezaban a dioses distintos, compartían visión del mundo. Juntos habían vivido muchas aventuras y enfrentado tiempos difíciles. Reformaron constituciones, pactaron leyes y ordenanzas, sufrieron el asedio de la chusma, se sintieron atraídos y entonces, un día, el amor surgió.

Juntos huyeron, perseguidos por los populistas, rumbo al mar de la Responsabilidad. Se miraron a los ojos y Él, quitándose la peluca, le dijo a El Otro, "soy de derechas". El Otro pareció no haberse enterado, pero respondió con una sonrisa: "Nadie es perfecto".

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