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Vita brevis

Triunfo

Las encuestas se equivocaron una vez más con la victoria de Donald Trump

Otra más. Ya se ha perdido la cuenta de las veces que se han equivocado. No aciertan una. A partir de ahora va a ser imposible creerse las encuestas. Tal como han sucedido las cosas puede que nadie vuelva a contratar a una empresa que se dedique a hacer pronósticos sociológicos. Bueno, puede que sí, porque el ser humano es muy terco y ya se sabe que es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Qué me dice, y cienes y cienes de veces. Ahí tiene como ejemplo a los economistas, que metieron la pata hasta las ingles con todas las crisis, que ni las olieron, y siguen profetizando en vano y cobrando tan ricamente por ello.

Ya saben que Donald Trump ha ganado las elecciones americanas contra todo pronóstico. A toro pasado todo son explicaciones y análisis de las causas de ese suceso, imprevisible para los encuestadores. Que si esto, que si aquello; ni caso. Si no se percataron de cómo iba la cosa, difícilmente llegarán a conocer con certeza las razones por las que los americanos hayan preferido votar a este sujeto tan estrafalario para ellos. No andan por los chigres compadreando con el personal y así no se enteran de lo que piensa la gente.

No quiero darme de petulante, pero yo sí había advertido de la victoria del pato Donald. Que nadie se piense que presumo de tener poderes extrasensoriales ni carisma profético. Tampoco poseo información privilegiada. Ni siquiera anduve por las tascas americanas poniendo la oreja para conocer las conversaciones de los tertulianos. Todo es mucho más sencillo y carece de mérito alguno que se me pueda atribuir. Simplemente hice un razonamiento que se ha demostrado verdadero en todas las ocasiones anteriores. Si las encuestas pronostican que alguien va a ganar, que se eche a temblar, pierde seguro. Fácil, ¿no?

Desde luego que había razones más sesudas para prever la victoria de Trump. El orondo cineasta Michael Moore dio, ya en agosto, cinco razones por las que muchos americanos iban a votar al histriónico Trump. Él, por supuesto, no lo iba a hacer, porque por algo es famoso por ser lo que los yanquis llaman "liberal", que para ellos es como una especie de comunista peligroso y merecedor de formar parte de la lista negra del Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy en los años cuarenta. El progresista peliculero Moore escribió un lúcido artículo al respecto que se titulaba "Trump no es el único ladrón que se tiene que ir". En él acusaba a la Hilaria y a un montón de políticos corruptos de la casta de la desafección de los ciudadanos. En ello veía la causa de lo que efectivamente luego sucedió. ¿Les suena?

A la señora Clinton aquí la conoceríamos como Hilaria Rodham, que era su apellido de soltera y por esta atrasada España las mujeres nunca adoptaron el apellido de su marido al casarse, salvo las cursis. De nada le valió haber sido esposa cornuda de un Presidente. Tampoco le sirvieron los apoyos de Jennifer López, Katy Perry, Lady Gaga y otros cantantes, ni el del gigante baloncestista negro LeBron James. Es que ni el del mismísimo Obama, con su ya decrépito "sí se puede".

Hubo un momento en el que servidor de ustedes se convenció definitivamente de la victoria de Trump. Pedro Sánchez se fue a Washington en apoyo de la señora. ¡Puf, puf, lagarto, lagarto! Por si fuera poco, Miquel Iceta desgañitó los gritos de apoyo que había dado a Pedro Sánchez, pero en inglés con acento de Cornellà de Llobregat: "¡Go, Hillary, go!" La suerte estaba echada. Nadie se percató de que Trump, en inglés, significa "triunfo", pero el de las cartas en la brisca o el tute. El teñido Donald cantó las cuarenta y, además, llevaba el as y el tres del palo del triunfo. Arrastró y ganó.

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