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Concejal de Somos Avilés

El lechero de Brooklyn

El golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 visto a través de los ojos de un niño

El 19 de noviembre de 1975 la programación televisiva cambió. Después de cenar se esperaba "La hora de Julio Iglesias" y en su lugar TVE emitió "Objetivo Birmania". Se sustituyó un programa frívolo por una película bélica que diera al momento la seriedad que le correspondía. Franco murió unas horas después. Para millones de españoles el día 20 fue un día de fiesta. Yo no lo recuerdo. Hacía poco que habíamos llegado a Avilés y acababa de empezar el colegio; demasiados cambios y aquel era uno más.

La programación televisiva del 23 de febrero de 1981 también cambió. Después de que a las 8 de la tarde, un periodista informase de la entrada de un grupo de guardias civiles en el Congreso ya no hubo más informativos hasta el discurso del Rey, cinco horas después. En aquel tiempo de espera pudimos ver una comedia, "El asombro de Brooklyn", donde un lechero metido a boxeador accidental es utilizado para amañar combates y acaba por creerse que es la fuerza de sus puños la que derriba a los rivales. Al final gana de casualidad la última pelea golpeando a su contrincante mientras sigue el compás ternario de "El Danubio azul". ¡No se preocupen, todo va bien! Ese debía de ser el mensaje que se quería transmitir, pero la película no lo conseguía. Recuerdo la angustia de mis padres pegados al televisor esperando las noticias que no llegaban. Cuando por fin el Rey apareció y comunicó que no apoyaba a los golpistas la tensión se relajó un poquito pero el miedo no se fue.

Al día siguiente fuimos al colegio con sueño. De aquella los niños íbamos solos, esperábamos en el portal a que pasara nuestra pandilla. Comentamos lo que había pasado el día anterior, simulábamos dar puñetazos a ritmo de vals y tratábamos de explicarnos los unos a los otros qué era eso de un golpe de Estado. Reproducíamos lo que habíamos oído en casa y parecía haber consenso: nada bueno. En el cole faltaban algunos compañeros. Cuando la maestra pasó lista en mi grupo, nombró a un amigo que no estaba y alguien respondió "El comunista estará en Rusia". Le apodaban "El comunista" porque su padre era un militante activo del PCE. Era el único que no asistía a Religión y se atrevía a discutir con los maestros sus comentarios políticos. Creo que fui consciente en ese momento de lo que realmente significaba el golpe de Estado.

Cuando volvimos a comer los guardias ya se habían rendido. Días después hubo una gran manifestación donde la derecha y la izquierda fueron juntas y al Rey ya nunca más escuché que le llamaran "El breve". Poco a poco la normalidad fue volviendo a nuestras vidas y el susto se fue pasando. Aprendimos a hacer Tejeros con las cajetillas de Winston y a soltar el "¡todo el mundo al suelo!" y el "¡se sienten, coño!" en cada ocasión que lo justificara. Nos creímos que Tejero era un señor muy malo de bigote y pistola que se había montado con unos pocos señores de bigote y pistola un plan para acabar con la democracia pero gracias al Rey el plan se había desarmado. Éramos niños, inocentes y crédulos. Tanto nos contaron el mismo cuento que nos hicimos mayores y continuamos creyéndolo. Nos pasa como al lechero de Brooklyn, que creía en lo aparente y confiaba en quien sólo busca su propio provecho.

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