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Moción contra la oposición

Las pretensiones de Podemos para echar abajo a Rajoy son, en realidad, una trampa para el PSOE

No creo que nadie discuta la gravedad de la situación política, lo que pasa que presentar, ahora, una Moción de Censura es como abrir una caseta en la Feria de Abril de Sevilla. Algo que puede ser divertido para el público en general y los de Podemos en particular, que amenazaban con aburrirse, una vez acabada la gira del turístico trama-bus.

Pablo sabe muy bien que la moción la ganará Rajoy. Pero quiere que el PSOE vuelva a pasar por el trago de permitir que Rajoy siga gobernando. Esa es la historia. Por eso no hay candidato ni programa alternativo ni otra cosa que no sea una sobreactuación maniquea que ya resulta cansina.

Calculo que, más o menos, debemos ir por el quincuagésimo caso de corrupción del partido que gobierna. Da lo mismo porque los dirigentes del PP, con el presidente a la cabeza, siguen diciendo que son casos aislados y aquí no ha pasado nada. Por si era poco, añadan que quienes debían trabajar en defensa del interés público protegían a los saqueadores, les mandaban mensajes de ánimo y les recibían en sus despachos mientras maniobraban para cambiar fiscales y jueces en un vano intento por tapar sus fechorías. En medio de todo eso sumen que el tribunal de la Gürtel ha llamado a Rajoy a declarar como testigo, trance del que difícilmente puede salir airoso ya que tendrá que elegir entre ser cómplice o tonto.

Lo que se dice justificaría más que de sobra una iniciativa para mandar a su casa a quienes gobiernan. Pero resulta que la moción de censura es un recurso extraordinario, no una ocurrencia. Y si tenemos en cuenta que el pasado miércoles Pablo Iglesias fue incapaz de encontrar la mayoría suficiente para forzar un pleno monográfico contra la corrupción, no tiene sentido que veinticuatro horas más tarde plantee una moción de censura sin candidato ni apoyos.

No lo tiene a no ser que lo que pretenda no sea cambiar al Presidente sino hacerle la puñeta al PSOE. Un PSOE que, hoy por hoy, es el primer partido de la oposición y estaba aguantando en su papel, a la espera de aclarar su problema de liderazgo.

Mal que bien, el PSOE se estaba defendiendo con cierta dignidad. Se había colgado algunas medallas, aunque fueran de latón, como la subida del salario mínimo, la ampliación del margen de déficit autonómico, la anulación de las revalidas o la reforma de la ley mordaza. Es decir, capeaba el temporal a la espera de tiempos mejores. Pero en esto llegó Pablo Iglesias y mandó parar. Dijo: o te pones de nuestro lado o te pones del otro. Ese es el sentido de la moción.

Plantear, ahora, que el PSOE intervenga en una moción de censura es tenderle una trampa para elefantes y meter más tensión en su crisis interna. Es una jugada para hacerle daño. Desde luego más daño que a Rajoy, a quien incluso le vendrá bien la moción para insistir con su cantinela de que sigue siendo la única alternativa posible y lo demás una jaula de grillos.

Pero, no se lo pierdan, aunque el anuncio está hecho, al final lo mismo ni presentan la moción. Si no la presentan, nos echarán la culpa a nosotros. Dirán que la culpa es de quienes opinamos que, en política, lo que no es posible es falso y además tramposo.

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