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Crítica / Teatro

Sola ante el peligro

La recuperación de la figura de Emilia Pardo Bazán en una obra que rinde tributo a las mujeres españolas que se hicieron escuchar con fuerza en un mundo de poder enteramente masculino

La que está sola es Emilia Pardo Bazán (Pilar Gómez) y el peligro es que el representa una academia llena de idiotas que consideran que la autora de "Los pazos de Ulloa" no tiene talento suficiente para sentarse en torno a la mesa de los sabios de la lengua, la que ocupa "esa caterva" de machos compuesta por Antonio Cánovas del Castillo, Juan Valera, José Zorrilla o Marcelino Menéndez y Pelayo. Peor para ellos. Este duelo en OK Corral que es "Emilia" es una producción del Teatro del Barrio, de Alberto San Juan, una obra que llenó antes de anoche el club del Niemeyer y cosechó aplausos, sonrisas y desconsuelos. Pilar Gómez logra resucitar a una novelista talentuda, vacilona y luchadora de la mano de Anna R. Costa que lo moldea todo -dramaturgia y dirección- con la sabiduría de una alfarera. Lástima que "Emilia" sólo haya tenido una función: rastréenla. Vuelve a Madrid. No se la pierdan.

La Pardo Bazán de Gómez y Costa es intemporal (va de un lado a otro de su cronología sin solución de continuidad), pero eso es fantástico. La propuesta escénica es pura ficción y el desarrollo, ce por be, la vida de la escritora. Pardo Bazán, mujer real, se transforma en fábula y desde la fábula descubre que hubo un tiempo en que las mujeres españolas levantaron la voz y se las escuchó fuerte. La escritora no ocupó ningún sillón en la Academia, pero abrió el camino, pionera, a Carmen Conde, Ana María Matute, Clara Janés o Carme Riera... Las once mujeres que en tres siglos han logrado entrar en el instituto señorial lo han hecho de 1978 a acá. Antes nada.

Pilar Gómez compone una escritora gallega con acento y sorna incorporadas: la que sale de "Los pazos de Ulloa" o del epistolario que mantuvo con Benito Pérez Galdós, uno de sus amantes más señeros, "miquiño mío". La actriz consigue que la Pardo Bazán se ría de sí misma y se carcajee en toda la cara de un Leopoldo Alas "Clarín" que, aunque no fue académico, la llamó puta? Pardo Bazán quiso ser académica, pero no porque ese asiento alumbrase mejor su vida, más bien porque había otros tíos que los ocupaban y tenían menos méritos para ello. Gómez encarna la idea que uno tenía de la escritora, esa que sale de leer "La cuestión palpitante" o "La tribuna". La actriz se entrega a la función y desarma a los espectadores. Al final uno tiene la sensación de que con la Pardo Bazán hubiéramos podido a abrir antes puertas y ventanas para dejar escapar el olor a rancio de un país rancio. Fijo.

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