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Responsable del área de finanzas e innovación del Instituto CIES

El Avilés 4.0 se está cocinando

La nueva oleada tecnológica en ciernes y su repercusión en la ciudad

Nos gusté o no, una nueva oleada tecnológica nos acecha. Cada movimiento de nuestras vidas está siendo registrado y analizado en algún lugar. La salud se está re-inventando, nuevos fármacos, nuevos tratamientos, nuevas posibilidades para lograr buenos diagnósticos en fases cada vez más tempranas; nuevas formas para tratar a los pacientes crónicos. Y qué decir de los servicios: ni las viviendas, ni la movilidad en nuestras ciudades, ni las compras, ni las ventas de nuestros comercios, todo está poniéndose patas arriba. El lenguaje del futuro, pero que ya se palpa hoy, es el lenguaje de las máquinas. Cada vez tienen más capacidad para pensar y hacer tareas más complejas. Mis hijas seguramente trabajarán en algo que aún no sabemos bien qué será, ni qué capacidades o conocimientos tendrán que adquirir. Las empresas están abriéndose al mundo, porque es la única forma de adquirir las novedades, atraer personas con talento y hacerse más fuertes.

Los proyectos y las empresas nacidas localmente con visión exclusivamente local están abocadas al fracaso. Las empresas ajenas a la tecnología, utilizada como un vehículo no como un fin, tendrán cada vez más aprietos. En la comunicación con el cliente, los valores, el trato cercano, la resolución de problemas, seguirá siendo determinante; pero la diferencia está en nuestra capacidad para aprender, desaprender (sí, toca desaprender muchas cosas para aprender otras) y la capacidad de hacer cosas. Vivimos en un mundo complejo, lleno de incertidumbres y de desafíos. Y esto requiere de nosotros más flexibilidad y más energía que nunca para afrontar con garantías el futuro.

Y todos estos desafíos no se solucionan con toneladas de hormigón, edificios o licitaciones públicas. Las ciudades prósperas son aquellas donde se cuecen a fuego las ideas, la colaboración público-privada; abiertas al mundo; que cuidan su esencia; atractivas para vivir y disfrutar; atractivas para trabajar. Donde haya empresas también dinámicas, que premien el mérito y el trabajo bien hecho. Las ciudades prósperas son espacios abiertos, donde los ciudadanos tienen inquietudes, abrazan las nuevas tendencias y quieren ser actores activos en ellas. Las ciudades del futuro son diversas, hay cooperación, hay diálogo, hay discusión constructiva, hay energía positiva por transformar y hacer crecer la riqueza que nos hace libres y nos permite desarrollarnos como personas, primero, y como profesionales, después.

Avilés, mi ciudad natal, está inmersa en un proceso de luces largas, de miras más allá de nuestras narices que me hace sentirme tremendamente positivo. En Avilés, se encuentra uno de los centros neurálgicos de investigación en acero y vidrio del mundo, lideradas por multinacionales punteras. Sólo en producción de patentes en estos ámbitos y los cientos de profesionales de altísima cualificación que trabajan en ello debería ser una muestra del futuro que están cocinando. Pero también se están haciendo cosas muy diferenciales en energía, en montajes de estructuras diferenciales, en el uso de nuevos materiales o en proyectos de alto alcance ambiental.

La potencia de empresas tractoras de Avilés se está reforzando gracias a la iniciativa de crear un Parque Tecnológico en torno a ellas, para que se pueda crear también un ecosistema de jóvenes empresas, que arranquen su actividad -también diferencial- en torno a ellas. Además, se han sentado las bases para ejecutar un plan de emprendimiento diseñado con el objetivo de capacitar a cada vez más personas, empresas y la propia administración local en el desafío de emprender.

Y todo ello en un contexto de una nueva industria que emerge. La manzana del acero, los centros tecnológicos y de conocimiento en torno a ella, son una punta del iceberg de lo que está pasando con la revolución industrial 4.0 que está emergiendo. La tecnología está permitiendo hacer las cosas de otra manera. Piezas sofisticadas, prototipos, pruebas cortas, fabricar antes en plástico o materiales más ligeros y aprender haciendo. A esto se le conoce como la fabricación aditiva. Hoy, pero mucho más en un futuro más cercano, las fábricas estarán plagadas de programas informáticos y máquinas robotizadas que permitirán hacer cosas tremendamente diferenciales. El reto ya no está en hacer, en la chapa, en el botón, sino en el diseño, en pensar en cómo con lo que hacemos resolvemos problemas. El reto está en pensar en los nuevos modelos de negocio que se vislumbran. Estamos pasando de la fabricación en masa a la personalización en masa.

Estas tecnologías y cambios radicales se prueban, se investigan y se aplican en Avilés. Queda mucho camino por recorrer. Mucha labor para democratizar el conocimiento maker, es decir, que cualquiera con conocimiento y talento diseñe una pieza o un prototipo de un producto y lo pueda testear en el mercado de forma rápida y barata. Hoy los estudiantes pueden convertir en algo tangible lo que estudian. Pueden trabajar con máquinas, impresoras 3D que imprimen cosas no papeles, y hacer proyectos casi como un banco de pruebas. Los nuevos peones, los nuevos aprendices, los nuevos ingenieros, todos pueden hablar y deben hablar el lenguaje de las máquinas.

Avilés tiene buenas comunicaciones por tierra, mar y aire. Está conectada con el corazón económico de Asturias. Tiene proyectos y una hoja de ruta. Tiene actores privados muy proactivos con la ciudad. Tiene energía para afrontar un futuro con la ilusión de que hay mucho por hacer, pero su esencia, su mejora continua, su capacidad para habitar en la ciudad, tiene que enchufarnos a la revolución 4.0. Cocinemos el Avilés 4.0 entre todos, porque es apasionante, y sobre todo, nuestra riqueza y empleo dependerán de ello antes de lo que creemos.

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