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La velocidad del otoño

El enorme envejecimiento de la comarca avilesina y la falta de políticas para retener población

"La velocidad del otoño" es una comedia protagonizada por Lola Herrera en la que se reivindica el problema de una sociedad donde las personas mayores pasan a ser invisibles. Lo utilizo como título porque la frase me gusta y me parece que viene al caso de lo que acaban de apuntar desde el área de atención externa del Hospital San Agustín. Un dato que es como un grito. Avilés y su comarca tienen un índice de envejecimiento que es casi el doble del que hay en España. Las personas mayores de 65 años superan en un 200% a las que tienen 20 años o menos. Un porcentaje alarmante pues supone 17 puntos más que el índice de Asturias, la comunidad autónoma más envejecida de España.

A nadie se le escapa que los más mayores cada vez duran más y la tasa de fertilidad de los jóvenes va en declive. En Asturias, registra el 1,02, muy lejos del nivel de reemplazo de la población, que es de 2,1. También es verdad que los jóvenes retrasan la edad para tener su primer hijo y que la media se sitúa en 32 años. Pero estos datos, con ser ciertos, no deben distraernos de analizar otro dato que, en relación con Avilés, es muy preocupante. La mitad de los asturianos viven en los cuatro concejos más poblados del área central, pero Avilés no aumenta su población por la llegada de jóvenes ni por el desplazamiento desde las zonas rurales. Al parecer no es un concejo que ofrezca atractivos para irse a vivir como ocurre, por ejemplo, con Gijón. Avilés no solo no ha crecido hasta los 200.000 habitantes, que era lo que preveían los estudios que se hicieron a finales de los años setenta, sino que en estos años ni siquiera llegó a sumar 90.000. El nivel de población más alto se alcanzó en el año 1994, con 88.570 habitantes; y de ahí hemos bajado hasta los actuales 80.800.

Por eso, entre los muchos quehaceres de las autoridades y los políticos, no estaría por demás que reflexionaran sobre cuáles pueden ser las causas de que Avilés no resulte un lugar atractivo para vivir. Los que estamos y hemos vivido aquí toda la vida nos sentimos muy a gusto y pensamos que Avilés es un lugar idílico pero, desde fuera, no lo entienden así. Perdemos población no solo porque hay pocos nacimientos si no, sobre todo, porque no se vislumbra un futuro que resulte atractivo para los jóvenes. Y ya no es que las generaciones nacidas en las décadas de los 80 y 90 no encuentren alicientes para elegir Avilés como destino para vivir, es que los jóvenes que nacieron en Avilés tampoco tienen alicientes para quedarse. Se van hacia otras zonas más dinámicas, lo cual agrava el índice de envejecimiento y viene a sumarse a la caída de la población por las bajas naturales.

Avilés envejece de forma alarmante. Aquí la velocidad del otoño va disparada por más que los mayores de 65 años tengamos tendencia a sentirnos eternamente jóvenes y hacer como si fuera verdad. Pero no es así. Acaba de recordárnoslo el Hospital San Agustín con ese dato demoledor. Avilés tiene un índice de envejecimiento que es casi el doble del que hay en España. Y se supone que habrá que hacer algo. Habrá que hacer futuro porque el presente está hecho y no tiene vuelta atrás.

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