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Mujeres en singular

El victimismo como táctica feminista

Entre las cosas que llevo mal está el victimismo. Siempre fue así, siempre me costó aceptar que alguien prefiera ser víctima antes que luchar para evitarlo. De modo que llevo fatal que la sociedad haya evolucionado hacia una nueva figura heroica que ya no es la de aquel luchador, o luchadora, que se rebelaba contra la injusticia, sino la de quien es señalado como víctima.

Ser víctima, ahora, se ha convertido en un modo de tener autoridad moral. La victimización de la sociedad ha supuesto que la lucha se sustituya por la denuncia y por sentirse agraviado. Volví a pensarlo cuando vi la reivindicación estética en la entrega de los Goya. Pensé que el victimismo ha generado un discurso en el que la mujer es presentada, casi sin excepción, como una víctima incapaz de defenderse. Lo que no deja de ser un planteamiento perverso y una mala estrategia para el feminismo. Yo lo veo así. Y eso no significa que no haya que denunciar los abusos y que estemos de acuerdo en acabar con la desigualdad. Es una obviedad aclararlo pero, por si acaso, lo aclaro. Conviene insistir en ello antes de decir que las mujeres deben seguir en el empeño por cambiar su rol en la sociedad, pero deben hacerlo con lucha y trabajo, que es como se ha venido haciendo, no planteándolo desde el victimismo ni como una guerra de sexos.

Estoy de acuerdo en que hay muchos estilos de feminismo y no todos implican una actitud de revancha hacia los hombres. Eso de considerar al hombre, únicamente, como opresor y verdugo. Sé que los hay pero, desgraciadamente, parece que se ha impuesto el feminismo feroz. Es el más poderoso y el que goza de mayor atención en los medios. El que ha desbancado a los modelos anteriores aunque, en mi opinión, no creo que sea bueno para la causa ni vaya a significar un avance. No lo creo porque tampoco creo que el hombre sea el culpable de todos los males de la sociedad ni que sea correcto el enfoque de considerar la masculinidad como una patología que es necesario curar.

Pero bueno, no deja de ser la opinión de alguien que pertenece a la generación del cambio, aquella en que las mujeres consiguieron una libertad casi desconocida hasta entonces. Un hombre que reconoce que, desde lo que se empezó a forjar hace casi 40 años, poco ha cambiado la cosa. Entonces se contaban como victorias las mujeres que llegaban, por primera vez, a los territorios hasta ese momento masculinos. Desde la primera mujer comandante a la primera presidenta de lo que fuera, pasando por la primera comisaria de policía y tantas otras primeras, que hacían que tuviéramos la sensación de que se estaba operando un cambio importante.

Un cambio que, trasladado el presente, fue más lento de lo esperado porque las mujeres continúan asumiendo la mayor parte de las tareas domésticas y siguen por debajo en cuanto a la equiparación laboral. Así es que parece justificado que estén hasta el moño. En eso estoy de acuerdo, En lo que no lo estoy es en qué el desencanto se haya convertido en victimismo y resentimiento. Con esa actitud, creo que el feminismo pierde más que gana.

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