Texto extraído del díptico "Mon Cabrales. La feria de los rostros. Desplazamiento y relevamientos", exposición comisariada por Jaime Luis Martín.

Dibujar en estos tiempos tecnológicos es recuperar el pulso, lo germinal, el trazo firme o tembloroso de la expresión, sentir la vibración de una imagen, de una historia entre las manos, recuperar los sentimientos de una escritura que poetiza la línea, el juego de las texturas, las calidades de las sombras, lo blanco desplegando un espacio íntimo y secreto. En estos lugares trabaja Mon Cabrarles (Llanes,1984) desde el año 2012, manejando con sabiduría y efectividad el lápiz y el grafito, cincelando la forma y los conceptos que como secuencia, tiempo, desplazamiento, desenfoque, movimiento y accidentes barrocos nombran al rostro, sometiéndolo a una presión temporal hasta llevarlo a la deformación, a lo monstruoso, permitiendo pliegues formales y narrativos inquietantes, alejándolo de visiones amables y afectivas.

Tanto en la obra seleccionada en el Certamen Nacional de Arte de Luarca (2016) como en las presentadas en la muestra "Distorsiones" (2017) en Valey Centro Cultural de Castrillón, mostraba en grandes formatos sus preocupaciones por la producción de imágenes que contuvieran el tiempo y el movimiento, una mayor información que activase relatos equívocos, no lineales, donde la multiplicidad de secuencias que define el rostro conectase con la memoria y la identidad. La cara se distancia de la psicología para exhibir la finitud, la deformación, ese extraño que llevamos dentro, inquietante, angustiado. Porque toma lo familiar, la gente que le rodea, sin fondos ni referencias espaciales, como protagonistas únicos de una expresión cargada de afectividades, de proximidades, empleando la fotografía como herramienta que le permite los derrames obsesivos, las retóricas abigarradas.

Los rostros que dibuja este artista tienen algo de cinematográficos, sobremanera aquellos que se aproximan al primer plano que "no desdobla a un individuo, - como señala Gilles Deleuze en La imagen-movimiento- como tampoco reúne a dos: el primer plano suspende la individuación. Entonces el rostro único y desfigurado une una parte de uno con una parte del otro", y de esta visión, de esta desfiguración, nace la cara y su extinción, un desaparecer, un borrarse por exceso, fantasmas del tiempo, engendros expresivos. Pero Mon Cabrales no llega a lo monstruoso enfatizando lo desfigurado, ni poniendo un espejo deformante ante el rostro sino que alcanza esa monstruosidad entremezclando tiempos, interfiriendo en el devenir, reflejando los movimientos, las traslaciones, las microhistorias de pertenencia y reconocimiento.

Pasen y vean la feria de los rostros, una visión de la contemporaneidad con la fotografía inmersa en los relevamientos, en los análisis más precisos de la imagen, del rostro, pero con desplazamientos que recuperan el dibujo, abriendo un diálogo integrador, una función que descompone el rostro en fragmentos, un caos que cuestiona las identidades del retrato fotográfico, volviendo la realidad ambigua, al individuo desafiante, provocativo y seductor.