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Crítica / Arte

Floreciendo entre colores

La flores han sido un motivo al que han recurrido artistas de todos los tiempos, aunque es cierto que en la pintura sobreviven como restos melancólicos y crepusculares de otras épocas. Desde las flores del jardín de Giverny de Monet que se confunden en la paleta del pintor formando una impresión de colores, pasando por las fotografías Man Ray y las rosas de Luis Fernández hasta llegar a las videoinstalaciones de Jennifer Steinkamp, hay un largo recorrido -más fotográfico en el último siglo que pictórico, más inquietante y sexual que canónico- con la flor como protagonista que ha lograda mantener la atracción, la belleza, el deseo, una extrañeza en un mundo grisáceo que habla otros lenguajes.

José Paredes (San Claudio, Oviedo, 1959) realizó su primera exposición individual mediada la década de los setenta, concretamente en 1976, en la galería Tassili en Oviedo y tuvo su continuidad en la Casa Municipal de Cultura en Avilés, el mismo año. Aquella muestra fue presentada por Alejandro Mieres, que expresaba su sorpresa por encontrarse con "uno de los lenguajes más originales del arte asturiano y con una técnica, la acuarela, que se hace insólita por la fuerza que adquiere en su manos y que nunca hasta ahora habíamos conocido". Desde entonces ha recorrido un largo y fructífero camino pictórico de acentos mágicos y fantásticos, mirándose en la pintura metafísica italiana, en ensimismamientos surrealistas, en extrañamientos oníricos.

Paredes ha buscado en esta última etapa refugio en las flores, aunque en su caso huyendo de cualquier pretensión de iluminar una poética de lo bello, de abrazar la cursilería, sino empeñado en llevarnos a un reino floral perturbador, sin la presencia humana, una naturaleza onírica, con formas zoomórficas o sexuales y brotes amenazadores.

En sus paisajes, en sus naturalezas muertas aparecían formas filiformes, tenues apariencias florales. Pero en esta muestra lo que eran insinuaciones, lejanas formas salpicando el espacio, han adquirido protagonismo, recuperando una botánica para experimentar la forma, lo sensorial, lo material. El fuerte cromatismo, una figuración que se diluye en el color y una consistencia del motivo a diferencia de la ligereza y suavidad de sus paisajes despoblados, caracterizan a esta serie.

Estas "Flores", una veintena de acuarelas expuestas con anterioridad en la galería Cornión (2013), son parte de una intimidad, de contar con el lenguaje de las flores la pasión y la pulsión, la crisis, lo efímero, la belleza caída y, todavía, lo pictórico floreciendo entre colores.

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