El Museo de la Sidra no espalma. Descabezado desde hace demasiados meses, con serios problemas económicos y sin un proyecto de futuro que vaya más allá de la mera supervivencia, el centro se ve reducido a la mera exhibición de objetos relacionados con la actividad llagarera, lejos de convertirse en gran foco dinamizador de una bebida que supone uno de los grandes símbolos de identidad asturiana y cuya cultura aspira con toda justicia, aunque parece que no con todo el empuje político deseable, a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. El museo, que está en Nava pero es de toda Asturias, necesita con urgencia un revulsivo, comenzando por una dirección especializada y una estabilidad económica. No se necesitan grandes dispendios, pero sí voluntad para sacarlo de la postración actual y colocarlo de una vez a la vanguardia de todo cuanto tenga que ver con la sidra, con su pasado y, sobre todo, con su futuro.