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Memoria de la nieve

"Mi memoria es la memoria de la nieve / Mi corazón está blanco como un campo de urces", escribía hace años, en un bello poemario, el escritor Julio Llamazares. Y es que en los tiempos que corren tenemos que recurrir a esta dulce y nostálgica potencia del alma para traer ante las retinas el recuerdo de la nieve y su pálpito blanco: se acabaron los muñecos con la bufanda al cuello; la pelea con bolas y los santos sobre su manto con los brazos en cruz; las risas infantiles poniendo un rayo de sol en la nevada; el tejo con su enramada de patriarca besando el suelo cargado de copos; los bandos de aguasnieves que nos traían leyendas de las tierras del norte; la balada del lobo cantor en los peñascos de Paxarina; el lamento aterido de las aves en las noches de enero; los témpanos de cinco cuartas colgando de los tejados de los hórreos; la ronca campana del ayuntamiento con su bronce dolorido; la lumbre en el lar con la alegría de los filandones. Todo era blanco, incluso la mirada y el aliento. Espero, no obstante, un año de bienes.

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