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El Cogollu

La memoria de Lele

El descanso navideño por el cogollu astur ha permitido también ajustar cuentas. No en el sentido abusón y justiciero de desaires pendientes. Todo lo contrario. Es decir, satisfacer cuotas más simbólicas que onerosas. De ahí una visita a Luis Antonio Azcoitia Argüelles, Lele, en su casona familiar de El Orrín, en Infiesto. A sus 91 años, con aspecto de venerable Quijote, seco de carnes y enjuto de rostro, recibe en la que bien pudiera ser una venta del Toboso. Un trámite bancario propicia que el pago de la cuota anual de la sociedad "Pialonia" se transforme en una oportunidad para disfrutar de una conversación sencilla, amena y cordial. Lele forma parte de esas irrepetibles familias de la alta burguesía que resultan imprescindibles para conocer la historia de Asturias. A su edad goza de buena salud y mejor memoria. Conoce paisajes y paisanajes de Piloña como nadie. Y los ha inmortalizado con sus cámaras de fotos. Estos tiempos convulsos le resultan inquietantes y dice que, aunque diferentes a los que conoció en su niñez, vislumbra nubarrones políticos como en los años treinta. Entonces la brecha entre los españoles provocó la pérdida de miles de vidas.

Si Bertín Osborne contaba que le habían matado a seis tíos carnales en Paracuellos y lo había olvidado, Lele puede decir lo mismo. Su madre y cuatro tíos fueron asesinados por milicianos. No lo ha olvidado, pero no conserva un ápice de rencor. Las historias de los Argüelles parecen concebidas como un guión cinematográfico. Por el interés de su trama, por la intriga y por un final de película. Luis Antonio Azcoitia acaba sometido a un consejo de guerra por el régimen de Franco. Acabada la guerra, unos guerrilleros que se emboscaban por La Marea secuestraron a su tío Antón. Y él no hizo más que pagar un recate de 20.000 duros para liberarle. Conocida la operación por la Guardia Civil, la autoridad competente, militar por supuesto, le sentó en el banquillo "por auxilio a la rebelión". Salió absuelto, pero con un manchón en su certificado de penales. Eran otros tiempos.

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